Mis días felices

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Tuve la suerte de escuchar a Marion Vernoux, la directora de "Los días felices", en ocasión de la presentación en Les Avant Premieres de su película. Ante la pregunta de si había buscado especialmente a Fanny Ardant para el papel, dijo que no, que estaba abierta en el cast y podría haber sido otra actriz la que llevara adelante esta historia.
Y mientras escuchaba sus palabras, pensaba que si no hubiese estado Ardant, seguramente no habría llegado al final de la proyección. Sólo su altura profesional y carisma sacan a flote una película, que como las muchas que están llegando de Francia a nuestras tierras, hablan del confort de la vida del europeo promedio y de sus problemas para adaptarse al tiempo libre. Mucho más, si son jubilados.
Es sabido que llegar a la tercera edad allí, no es lo mismo que aquí. En "Mis días felices", conocemos a Caroline (Ardant), una mujer que supo ser muy bella (y sigue siendolo, aunque los años van dejando su huella), odontóloga, a quien le llegó la hora del retiro. Varias razones llevaron a que tomara esa decisión. Sus hijas y su marido Philippe (Patrick Chesnais) le recomiendan un club de retirados en los que cada día se hace una actividad distinta.
La riqueza del conflicto sería pensar las contradicciones de haber ingresado en una edad donde hay ciertas cosas (el deseo físico, en este caso), que dejan de ser bien vistas y consideradas (posibles). En todas las culturas, el retiro laboral parece el ingreso a un cono de sombras donde es difícil encontrar el placer y la satisfacción en los proyectos que se abordan. Sin embargo, al haber elegido a la legendaria Ardant para el rol central, eso se pierde. Ella es un imán y es difícil no imaginarla deseada, a pesar de ser sexagenaria.
Pero volviendo a la historia, la vida en una asociación de retirados es... interesante si te sentís integrado, de lo contrario...
Clases hay. A veces es cerámica, otra actuación...y hasta hay un día en que Caroline tiene computación. El profesor de esa clase, un treintañero sencillo y galán, Julien (Laurent Lafitte), se muestra amable con ella y eso lleva a establecer una extraña relación donde los dos se verán atraídos y comenzarán una relación clandestina.
Ardant es toda la película. Su sensibilidad le da estatura a un film que trabaja con pocas ideas (está basado en una novela de Fanny Chesnel y adaptado conjuntamente con la directora) y sin demasiados matices. Caroline exhibe su enamoramiento que la vuelve radiante, pero no provoca cambios en el mundo exterior. La cámara la sigue pero el mundo, el mundo sigue en otra dirección.
Al contrario, el ritmo contagia letanía en el espectador. Lafitte hace un rol plano y se extraña a Chesnais, porque sus líneas no le dan mucho lucimiento en la trama. Sí, la fotografía y los rubros técnicos son sólidos pero sólo enmarcan una historia que nunca conmueve, apenas interesa. "Les beaux jours" queda en anécdota y no logra ser el gran film que amaga en la primera media hora. Porque el conflicto no se vuelve universal, sino reduce su aspecto a una cuestión privada, donde los que intervienen no logran conmover con sus actuaciones.
Sin embargo, hay que reconocerle a Vernoux el valor de asumir la radiografía femenina de una mujer en busca de comenzar a transitar una etapa nueva. Cuida mucho a Ardant y la registra con oficio y respeto. El problema es que la historia nunca alcanza vibración ni misterio (alguien duda como termina todo?) y sólo parece justificar su metraje por la soberbia actuación de su protagónica. Discreta y sólo recomendada para fans de la talentosa Fanny Ardant.