Mirai: mi pequeña hermana

Crítica de Santiago García - Leer Cine

El pequeño Kun, hijo único, disfruta de su feliz infancia hasta la llegada de su pequeña hermana Mirai. La pequeña bebé se convierte en el centro de atención de sus padres y Kun se siente abandonado y celoso de su hermana. Poco a poco Kun se encierra en sí mismo y en el jardín de su casa dónde la magia lo llevará a un mundo dónde el presente y el pasado se juntan. Kun conocerá a sus parientes de diferentes épocas, su madre cuando era pequeña, su tatarabuelo como un joven y su hermana Mirai en el futuro.

Solo el cine de animación de Japón, el animé, es capaz de mezclar los tonos de forma brillante como lo hace esta película. El más sutil drama familiar, lleno de detalles, con apuntes psicológicos tan precisos como tiernos, donde los personajes, tanto el pequeño protagonista como sus padres, tienen un retrato de una absoluta humanidad, con sus grandes y pequeñas cosas.

Pero no es solo eso lo que se destaca de Mirai. La película se lanza a la fantasía más bella y delirante, pasando por momentos de hermosa poesía a otros (breves) de terror y muchos otros de sobrio retrato social. Todo eso a través de los ojos de un niño, nunca sintiendo los límites de un retrato psicológico estándar, ni tampoco perdiendo el eje de su tema principal: la aceptación de un niño de la llegada de su pequeña hermana y la transformación de la familia.