Mía

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

Hace tiempo que "Mía" está lista para ser estrenada. Javier Van de Couter la pensó originalmente como un documental acerca de "La aldea rosa", un asentamiento de travestis y homosexuales ubicado en Ciudad Universitaria en los 90 que ya no existe. El director escuchó hablar de la historia y quedó fascinado con la idea de abordar el tema, pero se encontró, a poco de iniciado su proceso de investigación, que muchos de sus habitantes ya no estaban (el lugar había sido desalojado) y la posibilidad de reconstruir ese espacio a través de las palabras de sus propios protagonistas sería difícil. Por esas cosas del destino, dio con el relato de un cura que las evangelizaba, quien le brindó material y orientación sobre el tema. Dentro de las anécdotas que aparecieron en esa charla con el religioso, de Couter se topó con una historia que lo conmovió: la de un travesti que de día, era cartonera. Esa punta fue el disparador de esta película. El cineasta abandonó la idea del documental y pensó en una ficción que se propone en este contexto real, aunque presenta un conflicto más clásico, pero con ideas que juegan en varias direcciones...
Partiendo de esa premisa, construyó un guión original (a todas luces) que habla de identidad, paternidad (maternidad), protección, prejuicio y libertad, elementos amalgamados en partes iguales y con similar peso específico en su construcción.

"Mía" es la historia de Ale (Camila Sosa Villada), una "chica" que vive en ese particular y precario lugar de día y de noche se dedica a recolectar cartones por la ciudad. Haciendo su recorrido, encontrará entre la basura de una casa, un diario íntimo. El mismo corresponde a una mujer de nombre "Mía". Es más, es su útlimo registro de impresiones, ya que su autora, se quitó la vida tiempo atrás. El caso, fuerte, afecta a Ale y es así como comienza a observar a los miembros de esa familia. El viudo, Manuel (Rodrigo de la Serna) y su hija, Julia (Maite Lanata) intentan sacar sus vidas adelante luego de la tragedia, pero su relación es compleja. Ale nota que la nena está muy triste y comienza a trabar relaciones con ella, a fin de mitigar su dolor.
Esto molesta a Manuel, quien ve como la relación entre Maite y esta cartonera, comienza a afianzarse, él no está preparado para tolerar este tipo de vínculo y tampoco a bucear en las cuestiones que llevaron a que Mía se quitara la vida.
"Mía" es una película interesante y pensada para el lucimiento personal de Camila Sosa Villada, una actriz cordobesa muy popular en el centro del país. Creo que la misma no se podría haber hecho si no se daba con una protagonista de tanta fuerza. Ella es el centro de las miradas a lo largo de la cinta, y la composición que realiza es una de las revelaciones del año. Sólo verla aquí, justifica el precio de la entrada.

Sin embargo, no todas son rosas para "Mía". En su debut como director, Van de Couter elige un relato que tiene varias aristas filosas, y no todas están resueltas con precisión. Si bien su caracterización de la aldea rosa y los secundarios es pintoresca y muy emotiva (las amigas de Ale están muy bien), lo cierto es que el resto del relato va más para el lado de lo convencional y eso le resta vuelo al film. No sabemos aún porqué, pero hay muchos diálogos forzados, demasiada extensión en algunos tramos del relato para ideas ya escuchadas antes y un espíritu de telenovela demasiado visible. Eso provoca un contraste fuerte. Estamos de acuerdo con la lucha que Ale (o a quienes representa esta heroína) sostiene contra el sistema, pero ella no sostiene el andamiaje de la cinta en toda su extensión. Hay elementos importantes que no terminan de cerrar (demasiada bajada de línea, un rol como el de Manuel que no le sentó cómodo a De La Serna, etc) y que le hacen bajar puntos en su concepto final.
Más allá de eso, es un film valiente y que se deja ver. Saludamos como sociedad el debate de los valores que sustenta este film, pero cinematográficamente creemos que el mismo necesitaba un mayor trabajo en el guión que equilibrara el fuerte discurso moral que se juega en cada fotograma.