Mi semana con Marilyn

Crítica de Laura Osti - El Litoral

¿Quién le teme a Marilyn Monroe?

La figura de Marilyn Monroe sigue despertando interés y fantasías, a pesar del tiempo que ha transcurrido desde que abandonó este mundo en circunstancias por todos conocida.

En esta oportunidad, el director británico Simon Curtis, en su primer largometraje, decide desempolvar el diario de un joven que se desempeñó como asistente de Laurence Olivier, durante el rodaje de “El príncipe y la corista”, dirigida e interpretada por el gran actor inglés.

Los hechos se ubican en Londres en el año 1956. Olivier, ya entrado en años, decide darle un nuevo impulso a su carrera invitando a la gran estrella de Hollywood a participar en su nueva película. Piensa que su experiencia y el glamour de la diva harán una buena combinación para revitalizar su arte.

El guión de Curtis se basa en las memorias de Colin Clark, un muchacho de origen aristocrático, seducido por el mundo del cine, quien inicia su carrera precisamente asistiendo a Olivier en este emprendimiento, lugar que le permite mantener una fugaz pero intensa (según su testimonio) relación con Marilyn.

El enfoque del relato pone el acento en el fuerte contraste que provoca el encuentro de dos mundos diferentes y ambos muy poderosos: el de la tradición escénica londinense y el método hollywoodense. Marilyn llega a Londres acompañada por su flamante tercer marido, el dramaturgo Arthur Miller, su manager y ex amante Milton Green y Paula Strasberg, esposa del maestro de actores Lee Strasberg (director del Actor’s Studio), quien no se le despega en ningún momento.

La estrella norteamericana se muestra frágil y vulnerable, insegura ante personalidades tan indiscutidas como Olivier, su mujer Vivien Leigh y la veterana dama Sybil Thorndike, entre otros; sin embargo, todos sucumben ante sus encantos naturales y se muestran dispuestos a tolerarle sus constantes cambios de humor y su incorregible impuntualidad.

Colin es un jovencito tan audaz como inexperto, que no se ve ni muy apuesto ni muy interesante, no obstante, está siempre ahí cuando lo necesitan y su asistencia es extremadamente eficiente. Rápidamente se gana la simpatía de Marilyn y se convertirá en su gran apoyo afectivo cuando sufra una importante crisis en medio del rodaje.

Gran sentido estético

Ésa será precisamente “la semana” de la que habla el diario en que se basa el guión. Después de un desencuentro con su esposa, que trascendió los límites de la alcoba, Miller decide irse a París a visitar a sus hijos de un matrimonio anterior, pero antes hace algunas confesiones dolorosas a Olivier, según el relato de Clark, acerca de su relación con la diva.

La actriz acusa el golpe y su salud se reciente, la filmación se interrumpe, y Colin se convierte, por pedido de ella, en su acompañante predilecto. El joven, deslumbrado por la personalidad de la mujer, cae en una suerte de hechizo, aunque nunca pierde el aplomo y logra, ante la sorpresa de todos, ayudar a Marilyn a reponerse y volver al trabajo, que concluye con total éxito.

No se sabe si el relato es fiel o es más producto de la fantasía, pero la puesta de Curtis recrea una situación que pudo haber ocurrido así y lo hace de manera verosímil y con un gran sentido estético.

El papel protagónico parece sentarle como un guante a Michelle Williams, que compone una Marilyn sencillamente encantadora; mientras que Kenneth Branagh se luce con su imponente Laurence Olivier. Y el resto del elenco acompaña de manera impecable.