Mi familia

Crítica de Nicolás Kusmin - Leedor.com

Mi familia y todo los demás

“Si pedís carne a punto en la Argentina te traen una vaca mugiendo. Buenos Aires, es la ciudad más bella del mundo”.

La mencionada es sólo una de las hermosas frases que se escuchan en uno de los mejores estrenos del año.

Divertida, tierna, ágil y profunda, llega la película de estilo “Indie” que se menciona fuerte para los Oscars de 2011. Lisa Cholodenko es una realizadora de muy buenas historias en general de temática homosexual. De hecho es la primera que se estrena comercialmente en el país. Las otras se han podido seguir sólo en festivales como el de Mar del Plata.

Annette Bening y Julianne Moore conforman un tandem actoral impresionante. Cerca de los cincuenta años y al parecer sin operaciones, con la cara y arrugas que el correr de la vida les dejó -Meg Ryan, ¡teléfono para vos!- encarnan a Nic y Jules. Ambas son pareja, y quitando el hecho que son lesbianas, son un matrimonio típico con los esplendores y derrotas de cualquier relación amorosa.

Tienen dos hijos Joni (Mia Wasikowska) y Laser (Josh Hutcherson) ambos concebidos por inseminación artificial. Cuando Jovi va a cumplir 18 años y está por partir hacia la universidad, su hermano Josh de 15 le pide que averigüe quién es en realidad el donante de esperma que permitió que ellos estén en este mundo. Dan con el “bio-padre” Paul -Mark Ruffalo en su mejor papel- un excéntrico, soltero y joven dueño de restorants orgánicos. Su llegada modificará la vida de toda la familia.

El gran mérito de “Mi Familia” (el título original “The Kids are all right” –los chicos están bien- remite a una canción de “The Who” que es parte de una excelente banda sonora) es tratar los complicados temas sobre el matrimonio, paternidad, homosexualidad, procreación y relaciones sin emitir ningún juicio de valor ni bajada de línea. Aquí no hay nada más ni nada menos que seres humanos, con sus virtudes y miserias.

¡Qué potencia puede tener el cine! “Mi Familia” se debiera haber proyectado en la Plaza del Congreso a los grupos que se manifestaron en contra del matrimonio igualitario.

La directora basó el guión en sus propias experiencias, ya que tuvo a su hijo Calder por inseminación artificial de un donante anónimo.

Hay una calidez en sus personajes, una textura en el film, que se puede respirar en Buenos Aires. No es casual entonces lo que se dice sobre la ciudad. Es uno de esos regalos del cine, como cuando en la película animada “Yellow Submarine” dicen que “todavía queda un lugar hermoso para vivir: Argentina”.

Aunque el final posea un cierto dejo de amargura y no tenga la potencia que el relato llevaba, “Mi Familia” termina siendo, posiblemente sin quererlo, un canto a la diversidad y a la libertad.