Mi amigo Enzo

Crítica de María Paula Rios - Fandango

Desde el punto de vista de un adorable labrador ya muy viejito, nuestro protagonista canino Enzo (con la voz de Kevin Costner), repasamos su vida y sus recuerdos junto a su amigo y dueño Denny (Milo Ventimiglia), un piloto de carreras con aspiraciones profesionales que le ha transmitido desde cachorro su pasión por los fierros. Todo comienza con Denny de soltero, cuando de repente siente una corazonada y compra al pequeño Enzo (bautizado con ese nombre en homenaje a Ferrari, claro).

Ya la vida de ambos no volverá a ser la misma, se tienen uno a otro. Pero como todo orden natural de las cosas, el joven conocerá a Eve (Amanda Seyfried), quien en poco tiempo se convertirá en su esposa. Enzo, al principio un poco reticente y celoso, la terminará por aceptar, más aún cuando se sienta en la obligación de cuidar a Zoe (Ryan Kiera Armstrong), la dulce hijita de ambos. Sin ánimos de spoilear, las cosas no serán para nada rosas.

El perro y su dueño tendrán que enfrentar golpes duros y adversidades, incluso padecer a los poco solidarios suegros de Denny. Como indica la bajada de la nota, estamos frente a un melodrama con una familia angelical y escenas acompañadas por una música emocionalmente extorsiva para que se nos caiga el lagrimón. Vale tener en cuenta que son los mismos productores de Marley y yo, a su vez que se basa en una novela de Garth Stein.

Un melodroma que no oculta su condición y aplica todos los clichés del género para causar el efecto deseado. A través de una narración con momentos sumamente tristes, sumados esos adorables ojos brillantes y marrones de un perro moribundo, el director Simon Curtis, manipula nuestros sentimientos a su antojo. Si bien por momentos Enzo plantea chistes, no causan demasiada gracia.

Es más que interesante contar una película desde el punto de vista de un perro, pero aquí el recurso está un poco desaprovechado, quizá se relacione al giro dramático intencional. El hecho es que nuestro canino está demasiado “humanizado”, se retrata muy poco de su instinto animal, y es en esos momentos cuando la historia toma un poco más de vuelo. Hay una escena en que Enzo pasa varios días sin comida ni agua, y comienza a delirar. Su lisergia gira alrededor de una cebra de peluche a la cual ve bailar y descontrolarse, destrozando uno a uno los juguetes de Zoe.

Enzo culpa al objeto inanimado, pero todos sabemos que es una especie de venganza por el abandono que sufrió (no intencional). Y es el comportamiento que cualquier perro podría tener en esa situación. Fuera de estos detalles narrativos, estamos ante una de esas cintas diseñadas para hacernos llorar (bajo la lluvia según su título original). Si te gusta el drama y sos amante de los perros, prepara los pañuelitos porque estas frente al espectáculo ideal.