Mente implacable

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Algo cambió dentro del cine de acción con la llegada del nuevo Siglo. Luego de un período corto en el que este género no fue muy bien recibido, llegaron las películas que asocian la acción explosiva a un aspecto juvenil y alineado; como si pudiesen ser modelos publicitarios part time y salvar el día a las piñas y tiros en sus ratos libres.
Quizás sea la interrupción de la franquicia Los Indestructibles, quizás sea ese inesperado giro que pegó Liam Neeson en su carrera con Búsqueda Implacable, quizás no responda a nada de esto; pero Mente Implacable es una película que viene a poner las cosas en su lugar.
Kevin Costner es de esos actores que tuvieron un temprano cuarto de hora, luego el destino le dio un revés, comenzó a ser vapuleado, y el tiempo lo reivindico como un ser de culto. Actor, guionista y director, el hombre tiene talento de sobra en los tres rubros, no acepto una discusión en contrario sobre esto, y también ha demostrado poseer una gran capacidad para auto parodiarse.
En Mente Implacable Kevin es la estrella; lo lamento por quienes tenían la esperanza de ver a Ryan “Deadpool” Reynolds desplegar sus músculos otra vez. El director Ariel Vromen (The Iceman, Dánica, RX) y los guionistas Douglas Cook y David Weisberg idearon un film en donde los post cincuenta son los reyes.
La historia comienza de la mano de Bill Pope (Reynolds) un agente de la C.I.A. tras la caza de un peligroso terrorista (Jordi Mollà). Pope es capturado, torturado y asesinado casi a punto de finalizar su misión.
El jefe de la agencia Quaker Wells (Gary Oldman, a los gritos como siempre) no quiere/no puede darse por vencido y es así como se contacta con el médico neurólogo de investigación Dr. Franks (Tommy Lee Jones, que con los años va perdiendo las pocas muecas que siempre tuvo) para que le ofrezca una solución.
Franks se encuentra en fase de desarrollo y prueba en animales de un experimento que permite transplantar la memoria de un cerebro aún activo dentro de un cerebro ajeno con similares características neuronales.
El cerebro de Pope aún se mantiene mínimamente activo, pero hay un problema, el único que parece responder a sus características es un peligroso asesino llamada Jericho Stewart (Costner).
Lo que sigue es el éxito del experimento, Jericho se siente perturbado por los recuerdos ajenos y se revela frente a quienes lo sometieron… pero también quiere impedir el tremendo plan del terrorista y sus secuaces.
A Costner le alcanza con su primera aparición (en realidad la segunda contando una pequeña introducción pre-créditos) para meternos a todos en su bolsillo. Su interpretación de Jericho oscila entre esos gestos adustos y de pocos amigos que lo caracterizan, y una rabia descontrolada que puede ser entendida (y lo es) como sobreactuación, pero que calzan justo con el personaje. Jericho es un anti-héroe, con sangre fría, que casi prescinde de las armas de fuego en pos de cualquier elemento que se cruce en su camino, pero que también tiene sentimientos aunque quizás sean ajenos, o no, lo descubriremos.
El resto del elenco, numeroso e importante, acompaña correctamente. Tenemos al Gary Oldman que queremos, ese que no conoce los gestos mínimos y la voz modulada. Tommy Lee Jones es quien más viejo se nota pero aún tiene cuerda para darnos un personaje fuera de la acción pero rebozante de carisma. Gal Gadot, como la viuda de Pope y dama en peligro para Jericho no cuenta con el suficiente tiempo en pantalla, pero convence en sus intervenciones.
Párrafo aparte para la banda de villanos, de manual, de esos con planes y líneas de diálogos de malevolencia pura, que tantos nos gustan.
Vroman (con una filmografía más que interesante que deberían revisar en su totalidad) se muestra competente para mantener un ritmo frenético permanente pero que jamás penetra en lo convulsivo. Todo se entiende, todo se disfruta. Tampoco hay necesidad de grandes escenas ampulosas ni desempeños físicos imposibles en brilloso slow motion, todo está en su justa medida para que el espectáculo sea saboreado.
El guión de Cook y Weisber (dúo detrás de La Roca y Doble Traición) renuncia a la lógica y formalidad. El elemento de ciencia ficción sirve para introducir los personajes en la historia, a partir de ahí todo es terreno del suspenso y la acción en donde las coincidencia y los infortunios lejos de criticarse son celebrados. Los diálogos son aceitados, rápidos y más de uno para el recuerdo. Todo se desarrolla sin importar si es posible o no, es ficción y bienvenido sea que no se tomen en serio.
Costner no es Stallone, Schwarzenegger, ni menos Van Damme, pero recupera a su modo el estilo del macho puro, que aún entrado en años, es capaz de cargarse unos cuantos villanos a la vez, sin correr, sin transpirar y volviendo a la noche a casa con el vinito para la cena. Los modelitos no hacen eso.