Mazinger Z Infinity

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

NOSTALGIA ROBÓTICA

Mazinger Z es una creación de Go Nagai (1945), una de las figuras monumentales del manga y animé que ha contribuido al conocimiento de esta expresión oriental en occidente. Indagar en la vasta mitología que tiene su obra resulta inabarcable -e innecesario- para este artículo, pero hay que mencionar cómo su nombre cobra este año una enorme relevancia gracias no sólo al estreno que nos ocupa por la celebración de los 45 años en que apareció el manga original (el manga de Mazinger Z apareció en 1972, pero el estreno en Japón de este film fue en el 2017) sino también por el estreno de Devilman crybaby en Netflix, que resultó en una de las mejores incorporaciones del gigante de streaming. Hablar ya de por sí sobre el universo que construyó Nagai en torno a Mazinger Z resulta extenuante por las numerosas secuelas que se dieron a lo largo de los años: Great Mazinger, Grendizer y Mazinkaiser han abierto un enorme abanico de personajes interrelacionados en el mismo universo y, dado que se trata de un homenaje, Mazinger Z Infinity hace numerosas referencias a la integridad de la saga. Lo bueno es, sin embargo, que a pesar de la nostalgia que puede despertar en aquellos que conocen todos los detalles de la serie, el film funciona sin que tengamos conocimiento previo de la saga original.

Mazinger Z Infinity no se toma respiro para dar lugar a la introducción, donde vemos al Great Mazinger en todo su esplendor mostrando su amplio catálogo de ataques en una secuencia vertiginosa, una batalla desigual que no sólo exhibe las fortalezas del aspecto visual de la película sino también sus puntos bajos. La acción resulta comprensible a pesar de la velocidad en que ocurren las muchas explosiones y ataques que son anunciados para regodeo de los fans, pero el 2D y el 3D no siempre parecen convivir de la forma más adecuada. La profundidad del campo donde se mueven juega confusamente con las dimensiones de los personajes y la iluminación provoca extrañamiento porque parecen siluetas recortadas sobre un fondo al que no parecen pertenecer. Esto se repite ocasionalmente en otros segmentos, pero afortunadamente no resulta una constante como para que no podamos disfrutar del dinamismo del film dirigido por Junji Shimizu, que demuestra tener la espalada para hacerse cargo del proyecto. Esta parte inicial que tiene como protagonista a Tetsuya Tsurugi, el personaje central de Great Mazinger, da pie al protagonista indiscutido de la saga en su integridad, Koji Kabuto. Pero ahora se encuentra retirado, en el pacífico papel de un científico que utiliza los beneficios de la energía fotónica para mejorar la calidad de vida de la humanidad. Como es de esperarse, este retiro no durará demasiado ya que el descubrimiento de un enorme robot semejante al Mazinger y la reaparición del Dr. Hell tras diez años de paz lo pondrán a prueba nuevamente en el campo de batalla.

El film de Shimizu con el guión de Takahiro Ozawa gana cuando reformula el espíritu de la serie original de forma incondicional, sin que ello implique apelar a la nostalgia o replicar algo que ya se vio en la obra original de Nagai. Entre las batallas, el humor un tanto zonzo, el erotismo solapado y absurdo, la utilización de los diseños robóticos originales y los coloridos y maquiavélicos antagonistas se encuentra su fortaleza. Cuando intenta abrirse de ese campo para darle mayor densidad al argumento flaquea, con largas explicaciones pseudocientíficas sobre dimensiones alternativas que en definitiva son una excusa para plantear el escenario maniqueo sobre el que se planteaba la serie original: es difícil buscar en el animé un prototipo de héroe más perfecto y simétrico que el de Koji Kabuto y lo mismo su antagonista, el Dr. Hell y sus secuaces, que en definitiva plantea toda su destrucción desde un lugar de poner a prueba a la humanidad. Hay que decir sin embargo que esta densidad no está del todo desaprovechada: el Dr. Hell plantea algunas líneas sobre las fallas de la humanidad para abrazar los tiempos de paz y el motivo de existencia de Kabuto como un arma con un solo propósito de vida, que resuenan y dan vitalidad a los personajes del film.

En definitiva Mazinger Z Infinity se disfruta desde la ingenuidad pero también desde la enorme vitalidad que ha permitido que una saga creada en 1972 continúe dando que hablar en el campo del cine. Después de todo, ¿quién no ha fantaseado con robots gigantes alguna vez después de ver esta serie o algunas de las numerosas obras que abrazaron su legado?