Max Steel

Crítica de María Paula Rios - Cinepapaya

Fallida adaptación a la pantalla grande de una de las figuras de acción más exitosas de la factoría Mattel.

Evidentemente narrar una historia basada en un superhéroe que nace, literalmente, del plástico, no es tarea fácil y esta cuestión se pone de manifiesto en la película Max Steel, basada en la famosa figura de acción de la compañía de juguetes Mattel.

Max (Ben Winchell) es un adolescente que regresa junto a su madre (Maria Bello) a la ciudad donde murió su padre en un extraño accidente. Ubicado de nuevo en su hogar, con el pasar de los días su cuerpo comenzará a experimentar comportamientos atípicos: tendrá fuertes dolores de cabeza y potentes descargas energéticas que dañan los objetos de su alrededor.

A Max le ocultan muchas cosas sobre su origen que no tardarán en salir a la luz. El lugar de pertenencia donde sucedió el trágico hecho tiene memoria, por este motivo el joven descubrirá la verdad: que su padre proviene de otro planeta, que posee una poderosa energía heredada y también conocerá a su aliado Steel, una especie de robot alienígena perteneciente a la raza de los ultralinks, que lo ayudará a contener y usar su don.

De golpe y porrazo Max pasará de ser un joven común a superhéroe y le tocará combatir a supuestos villanos que se nutren de su energía y amenazan a la humanidad.

Max Steel aborda exclusivamente a su protagonista, reconstruye su historia y cómo este descubre su don. Por lo que no se delimitan bien los demás personajes, incluso quedan desdibujados los malos, los que verdaderamente constituyen una amenaza, restándole a la trama ritmo y acción.

Un film con una estructura vacía, con una historia poco atractiva, que ni siquiera funciona como espectáculo. Las luchas son sosas, así como las interpretaciones parecen de manual, da la sensación de que ni los actores están convencidos de lo que hacen, cumplen con su compromiso y dicen sus líneas sin un ápice de emotividad.

Esta nueva ¿aventura? tan plástica como su protagonista, no logra llamar la atención del espectador, porque no puede captar —ni recrear— la esencia arquetípica del superhéroe: la ambigüedad, la alteridad de lo trágico, el despliegue de atmósferas azarosas, la superposición de aventuras dentro de un mitologema, ni la lucha por reinstaurar la justicia perdida.