Masacre en Texas 3D

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Pornotortura para una secuela innecesaria

Películas como Masacre en Texas 3D obligan a cuestionarse mucho menos las bondades o no del producto cinematográfico terminado que la ontología de todo el asunto ¿Para qué retomar la historia de la madre de todas las slasher movies? ¿Se busca adosarle una nueva mirada o, al menos, masificarla en una nueva generación? En el primer caso, la respuesta brilla por su ausencia: no hay absolutamente nada, más allá de un 3D que atrasa un lustro, que mínimamente explique el por qué de esta película. Consecuencia directa de lo anterior, la segunda respuesta es un rotundo no.

Masacre en Texas 3D se plantea como una suerte de “secuela” de la original. Así, todo comienza en el final del film de Tobe Hooper, con la rubia escapando de la familia de maniáticos. Ella llegará hasta la estación policial del pueblo, donde un grupo de civiles, apresados por un misticismo aterrador, deciden masacrar a los Swayer prendiendo fuego la casa… con todos ellos adentro. De allí escapa una de las menores con una beba. Beba que, decenas de años después, vive con una familia sustituta (ella no sabe que es adoptada) y devino en una de esas chicas habitué en este tipo de películas: algo tonta, aparentemente frágil, misteriosa, sensible y muy pero muy tetona.

El recibimiento de una carta anunciándole la muerte de su abuela sanguínea y nominándola como única heredera de todo el emporio es el puntapié inicial para que la susodicha viaje hasta el maquiavélico pueblo sureño. Pero no lo hará sola, claro, sino con su parejita, un par de amigos y un ocasional transeúnte rutero. El quinteto llegará al enorme caserón sin saber que en el sótano yace el famoso asesino de la motosierra. Asesino que no es otro que el primo de la protagonista.

John Luessenhop muestra la típica cacería del grupo de amigos y de aquellos que en los ’70 incendiaron la casa y hoy ocupan los principales cargos administrativos del pequeño pueblo. El film ni siquiera se libera al placer del gore sanguinario sino que dedica gran parte de sus noventa minutos a justificar la matanza. Quedarán apenas algunas escenas de pornotortura, una sucesión de escenas sin un mínimo atisbo de suspenso que ni siquiera aprovechan las bondades del 3D y un par de sustos generados únicamente por efectos sonoros. El resultado es una secuela injustificada que está a años luz de la original.