Más notas perfectas

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

A cantar y bailar que se acaba (el cine)

Aquel 27 de junio de 2013 parecía haber quedado atrás. Semanas de nuevas películas, buenas o malas, provocaron el olvido. Costó salir de la pesadilla pero se intuía que el retorno estaba cerca, que se realizaría una segunda parte, que retornaría el mix teen que rejunta High School Musical, American Idol, un poquito de Glee y bastante de Fama, en película y serie, de hace mucho tiempo.
Pasaron 770 días del estreno de Ritmo perfecto y los sueños de Las Bellas con la líder Beca (Anna Kerndrick) por triunfar en el canto a capella frente a los rivales, malos, buh, metaleros. Pero el musical como género intragable en los últimos años parece no detenerse, provisto de su desmesura sin red y de su adoctrinamiento temático en donde el triunfo es lo único que vale. Y en Más notas perfectas el combo visual y sonoro viene recargado: más covers, más canciones que se parecen una con otra, más producción,más chicas, más fiestas, más chistes y situaciones graciosas (impresentables, en todo sentido).
Las Bellas vuelven a juntarse (la linda, la gordita, la extranjera, la simpática) para pelear (vocalmente) con los Das Sound Machine, un grupete germánico con ostentosa fanfarria protonazi.
Elisabeth Banks (“realizadora” y actriz) pone la cámara ahí, al servicio de números musicales que más temprano que tarde serán observados (luego afanados) por coreógrafos locales que se deleitan con un estilo berreta que ya superó lo kitsch hace tiempo y que dejó al Bob Fosse de All That Jazz como un creador minimalista dentro del género.
Se dirá que una porción del target juvenil es el destinatario de Más notas perfectas. Y es así. También que las diferencias generacionales saltan a la vista cuando se comenta un subproducto semejante. También es cierto. Pero se está muy lejos del cine y más cerca del desmadre histérico de una película que solo interesa por su acotada mirada sobre las cosas, no digamos del mundo, que hasta puede parecer exagerado. Eso sí, los momentos de comedia son tan malos que hasta pueden causar alguna sonrisa culposa.
Chau, hasta la tercera pesadilla.