Más allá de la montaña

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

De helado a tibio a caliente

Películas como Más Allá de la Montaña (The Mountain Between Us, 2017) hacen que recuperemos -en parte- la confianza en los dramas románticos a la vieja usanza, esos que tenían por fetiche el situar a la pareja en un contexto más o menos problemático para que los “agentes externos” pinchen y pinchen a los involucrados con vistas a que el sufrimiento aparezca en algún momento (este esquema por supuesto se da una vez que el mismo carácter del dúo dejó de ser un inconveniente porque la química sexual ya prevalece). Lejos de ser una maravilla, la obra posee el encanto de las historias bien narradas que tienen en claro lo que quieren desde el primer minuto y en función de ello construyen un desarrollo para conseguirlo de la mejor manera posible, a pesar de esa catarata de estereotipos que casi siempre dice presente y que aquí pasa a segundo plano gracias al realismo sutil de fondo.

El catalizador de la trama es la cancelación de un vuelo debido a una tormenta y el encuentro en el aeropuerto de turno de dos extraños, el neurocirujano Ben Bass (Idris Elba) y la fotoperiodista Alex Martin (Kate Winslet). Como ambos necesitan desesperadamente llegar a destino, el primero para la operación de un niño y la segunda para nada menos que su boda, deciden alquilar un pequeño aeroplano, pilotado por el veterano Walter (Beau Bridges), con el objetivo de llegar a otro aeropuerto y desde allí cada uno seguir su camino. Pronto los planes se van al demonio cuando Walter tiene un infarto en pleno vuelo y se estrellan en una zona montañosa muy elevada y cubierta de nieve. Con poca comida, Alex malherida en una pierna y la única compañía del perro de Walter, la dupla de desconocidos tendrá que ponerse de acuerdo en torno a qué hacer a partir de este atribulado momento.

Aquí lo que domina es la dialéctica del corazón camuflada bajo los engranajes de los relatos de supervivencia, no obstante por suerte el guión de Chris Weitz y J. Mills Goodloe -a partir de una novela de Charles Martin- no cae en cursilerías ni situaciones forzadas ni chistecitos bobos que pretenden relajar la tensión desde ese infantilismo de cotillón al que buena parte de Hollywood suele estar afiliado en la actualidad. Precisamente por ello, la historia apunta a reforzar el choque de idiosincrasias involucradas: Ben por lo general se muestra conservador y prefiere esperar en los restos del avión a ser rescatado, y Alex por su parte está decidida a salir a buscar auxilio ya que no puede resignarse a la pasividad esperanzada del hombre. Por supuesto que termina ganando la mujer a pura insistencia y de esta manera ambos emprenden un periplo hacia lo desconocido en pos de encontrar ayuda.

Si bien a primera vista la elección del realizador Hany Abu-Assad, responsable de las muy interesantes El Paraíso Ahora (Paradise Now, 2005) y Omar (2013), puede parecer bastante curiosa cuanto poco, en verdad el palestino se acopla con gran eficacia a las necesidades del film y hasta se podría señalar que aplica ese humanismo sincero y astuto que pudimos descubrir en sus trabajos previos. En lo que atañe a los dos protagonistas, Elba y Winslet, no hay mucho para decir más allá de que vuelven a confirmar su enorme talento vía una química construida con vehemencia y en función de dos personajes que se van acercando a través de la vieja lógica de ir pasando de helado a tibio a caliente (incluso el último acto, el cual se ubica en la tradición del melodrama más clásico, resulta eficaz en sus propios términos). Desde ya que si nos ponemos quisquillosos habría que afirmar que la obra en su conjunto nos ofrece una crónica amorosa que vimos cientos de veces, pero por lo menos lo hace con solvencia, naturalidad y un cuidado en los detalles que resulta notable…