Martirio satánico

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Una puesta en escena ridícula y plástica

Durante la primera década de este siglo, en Francia eclosionó una corriente de películas que se denominó Nuevo Horror Francés o Nuevo Extremismo Francés, de una violencia bestial y frontal, entre otras características. Algunos títulos emblemáticos fueron Alta tensión, de Alexandre Aja; Al interior, de Alexandre Bustillo y Julien Maury; Ils, de David Moreau y Xavier Palud, y Martyrs, de Pascal Laugier. Esta última película, de 2008, recibe ahora esta remake estadounidense, con el mismo título y acá bautizada Martirio satánico.

Los abusos recibidos y la búsqueda de venganza de la protagonista, el trauma del encierro y la tortura y la organización demente detrás del horror y las vejaciones siguen estando como temas, como armazón argumental (entrar en más detalles sería limar el interés que pueda generar este estreno en quien no haya visto la versión franco-canadiense). Pero la fisicidad que había en la película de 2008, esa corporeidad presente y palpable, desaparece casi por completo, en una operación de puesta en escena ridícula y plástica que se permite mostrar pieles cercenadas brutalmente, pero para la cual los desnudos son anatema.

Por otro lado, la violencia es ahora más farolera, pero mucho menos potente y osada; el montaje es pedestre, y la iluminación, más plana, como si se confiara más en los gritos y la música que en el valor y la estética de cada plano y sus conexiones.

La nueva versión dura 15 minutos menos que la original, pero se siente más extensa porque hay explicaciones verbalizadas por demás, mucha menos ambigüedad y porque no se toma en serio el armado de climas ni el tempo de cada secuencia (con referir a la venerada película anterior no es suficiente), y los personajes se sienten falsos, artificiales.

La película de 2008 poseía, además de una visión cinematográfica debatible pero identificable, alto valor de shock, y por eso mismo no era recomendable para público impresionable. Esta nueva Martyrs tampoco lo es, ni para los impresionables ni para nadie: éste es cine parásito, que no imagina, que no piensa, que narra mal y muestra peor.