Marguerite

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El ridículo le sienta bien

Catherine Frot se luce como una patética cantante que ama lo que hace en el nuevo film del siempre solvente director de El cantante.

Parece que a Xavier Giannoli le gustan los cantantes, y no precisamente los más talentoso o exitosos. Tras esa delicia que fue ver a un decadente Gérard Depardieu en El cantante (2006), ahora el director de La mentira se acerca a otra artista con mucho de ridículo, pero -aquí reside el principal mérito- sin caer en la burla fácil, en el grotesco. Es que si hay algo que queda en claro tras ver sus películas es que el guionista / realizador francés quiere a sus apasionadas criaturas, las respeta y las enaltece incluso en su torpeza y sus múltiples carencias.

Inspirado en el caso real de la soprano estadounidense Florence Foster Jenkins (está en camino para el año que viene un film sobre su vida dirigido por Stephen Frears y protagonizado por Meryl Streep), Marguerite narra la historia de la Marguerite Dumont (Catherine Frot), una baronesa que en los años '20 organiza distinguidas fiestas líricas en su casa que terminan siempre con alguna interpretación suya. Claro que la pobre no acierta una nota. Y, lo peor, nadie se anima a decírselo.

La película tiene todos los argumentos (y también algunos lugares comunes) para convertirse en un auténtico crowdpleaser: una antiheroína querible, simpáticos personajes secundarios (como el marido que interpreta Andre Marcon, el gigantesco mayordomo negro que encarna Denis Mpunga o el desdichado maestro que hace Michel Fau) y una mirada a la hipocresía social de la época.

Construida con paciencia (igual sus 127 minutos no abruman) y con un cuidado crescendo hacia un concierto en serio (unos críticos esnobs la convencen de que debe actuar ante el “gran” público), Marguerite es una comedia de enredos leves, pero jamás tonta. Hay un puñado de escenas que están de más (la escena de sexo del mayordomo, por ejemplo), pero en líneas generales Giannoli sabe cómo manejar las distintas aristas de su material con buen pulso y sensiblidad. Para mi no llega a ser tan disfrutable como El cantante -gran película demasiado subvalorada-, pero Giannoli ratifica que sigue siendo capaz de combinar entretenimiento popular con inteligencia. No es poco.