Manchester junto al mar

Crítica de Josefina Sartora - Otros Cines

El esperado regreso del director y guionista neoyorquino de joyas como Puedes contar conmigo y Margaret es un melodrama encabezado por un elenco de lujo: Casey Affleck, Michelle Williams, Kyle Chandler, Lucas Hedges, Matthew Broderick y Gretchen Mol. Nominado a seis premios Oscar, este ensayo sobre la ausencia, el dolor y la culpa está trabajado con un rigor, una sensibilidad y una maestría infrecuentes en el cine contemporáneo.

Kenneth Lonergan regresa con otra historia de crisis familiar, que muestra las consecuencias que acarrean hechos tan inesperados como dolorosos. Si en Puedes contar conmigo era la muerte de los padres y su efecto sobre los dos hermanos que sufren la pérdida; y en Margaret, las reacciones que puede producir un accidente, en Manchester junto al mar se desarrolla una historia que, mediante sucesivos flashbacks articulados de manera alternada, va entrelazando dos tragedias.

Casey Affleck vuelve a poner todo su talento actoral para crear a Lee, un personaje hosco, taciturno y solitario con una vida nada envidiable en Boston, lidiando con clientes y buscando peleas en los bares, provocadas por su carácter irascible. Las primeras escenas lo presentan con trazos firmes, contundentes: Lee tiene todo bajo control hasta que se dispara su furia.. Su vida se ve alterada con la noticia de la súbita muerte de su hermano, quien ha sufrido un infarto mortal. Cada movimiento que ejecuta Lee genera un flashback por el cual vamos conociendo aspectos de su historia: la amorosa y fluida relación que tenía con su hermano (Kyle Chandler), con una mujer alcohólica y un hijo, y también su delicada condición cardíaca. El hermano lo ha nombrado –sin advertirle- tutor de su hijo adolescente, y esta situación altera la vida de Lee, quien no desea esa paternidad ni tampoco regresar a Manchester, donde lo rodean dolorosos recuerdos. Lonergan va entregando la información de manera dosificada, en sucesivos flashbacks que informan de la tragedia que ha vivido Lee, que lo ha marcado para siempre y que no conviene revelar ahora.

Lonergan saca el mejor partido de las locaciones del film, un pueblo en la costa de Nueva Inglaterra en invierno, lo que hace más duro y seco el drama. Un lugar pintoresco que parece tan bucólico y placentero, con un mar imponente y que, sin embargo, constituye una trampa para el protagonista. Mientras tío y sobrino se ajustan a la nueva situación, crece entre ellos una fuerte relación que excede los trámites burocráticos o funerarios, surgiendo una camaradería que a Lee le genera sentimientos encontrados. Porque también reencuentra en Manchester a su ex mujer (la enorme Michelle Williams) y brota entre ellos el dolor del pasado, heridas que permanecen abiertas. El film crece cada vez que Williams está en pantalla, y la escena entre ambos es una de las mejores que he visto este año, plena de angustia compartida, de duelo, sacrificio y también, de amor: escalofriante.

Después de la proyección en el último Festival de Viena, Lonergan nos concedió una entrevista. Preguntado por su parquedad en realizar films (tres en 15 años) dijo que además está ocupado con su trabajo como guionista y la puesta de sus obras de teatro. Que no elije los temas sino los temas lo eligen a él, y que la reiteración del asunto no fue una elección consciente, no sabe por qué se produce. Le pregunté por qué eligió temas musicales tan populares –y usados tantas veces en el cine- como El Mesías de Handel o el Adagio de Albinoni para musicalizar largas secuencias –alguna sin diálogo- y respondió que en los Estados Unidos esos temas no son tan masivos, ni siquiera conocidos, y que a él particularmente lo conmueven e ilustran la historia, por eso los seleccionó. Yo encuentro que la banda sonora no ayuda al film sino que lo reblandece, invadiéndolo todo, y entra en contradicción con el tono austero, en uno de los aspectos más débiles.

Lonergan maneja el melodrama siempre en el filo del exceso emocional, cuidando de no traspasar el límite. Experto guionista, su película es un ejercicio de psicología en la creación de un personaje del cual tenemos poca información verbal, pero sí actoral, con una personalidad en contraste con la de su sobrino (Lucas Hedges), con quien forman un dúo muy particular y conmovedor y con quienes se permite la comedia.