Mamá

Crítica de Matías Gelpi - Fancinema

¡Oh mamá! ella me ha aburrido…

Podríamos decir que el cine de terror es el rock de los géneros cinematográficos: desde su aparición nunca se ha dejado de producir; tiene viejas glorias dormidas en los laureles; cada vez que aparece alguna pequeña buena idea rápidamente se la convierte en tendencia y pronto se agota; y nuestros padres piensan que lo mejor se hizo en los setenta.
Mamá es un fiel exponente del tipo de cine de terror que se ha estado filmando en el periodo de, digamos, los últimos dos años. Es decir, es bastante mala. Es que en este tiempo, los responsables de hacer películas del género parecen querer, por un lado, estirar a fondo su último filo ganador, es decir subproductos y secuelas de Actividad paranormal, y por otro, volver a las fuentes a ver si encuentran algo que se haya contado menos de 300 veces. Y seamos claros, el verdadero problema no es la originalidad, sino más bien, la lectura y relectura que se hace del género y su historia: directores como Andrés Muschietti filman cine industrial de terror como si Hollywood no existiera.
Mamá carece de muchas cosas, no hay allí una mirada, una reflexión o una actualización del género, o sea, no hay ideas y lo peor, ni siquiera hay una historia más o menos articulada.
En la historia oral del cine de terror (¿?), se cuenta que Sean Cunningham (productor, director y mercenario) se robó los elementos más superficiales y efectivos de la maravillosa Halloween de John Carpenter y filmó la, generalmente mediocre, Viernes 13. Esta historia, salvando las distancias (enormes distancias), es análoga a lo que gente como Muschietti está haciendo al filmar cosas como Mamá, es decir, reducir la narración a su más rudimentaria expresión. ¿Saben qué? el cine de terror, como todo género tiene tópicos, lugares comunes, convenciones de todo tipo sobre las cuales construir una historia, pero también necesita de alguien que sepa contar y que tenga algo para contar.
Quizás como crítico, debería dejar de mostrarme erudito y pedante y debería hablar un poco de la película. Muy bien, digamos que Jessica Chastain es linda, y su personaje imposible. Interpreta a una roquera que toca el bajo estilo Sid Vicius, y que todo el tiempo avisa, a su novio, al psiquiatra de turno y a nosotros, que ella no puede (y no debe) hacerse cargo de las niñas protagonistas. Pero como esta película además de todo, es también bastante conservadora, apela al imperativo social que reza “toda mujer es en el fondo una madre” y convierte a Annabel (Chastain) en una protectora madraza. Por supuesto, esto se logra mediante un millón de arbitrariedades, y no entendemos cómo, pero pasamos rápidamente de Annabel resistiéndose a tremenda responsabilidad a Annabel sola en una gran y terrorífica casa con dos niñas muy desequilibradas emocionalmente, que encima son acosadas por un fantasma/monstruo bastante violento.
Además tenemos la subtrama del psiquiatra que pretende seguir explicando con sus teorías la evidente y constante aparición de un gigantesco fantasma, y también la historia del tío de las niñas que sueña con su hermano gemelo (el padre de las niñas) que, por alguna razón jamás explicada, un día salió corriendo con ellas y las terminó dejando a su suerte en un bosque hostil y, al parecer, inexpugnable. No hablaremos de las niñas aquí, bastante bien interpretadas por Megan Charpentier e Isabelle Nelisse, ellas no tienen la culpa.
Por último, el camarada y amigo Gabriel Piquet me contó un detalle, que hace un poco más interesante este engendro. El fantasma o monstruo en cuestión es interpretado por Javier Botet, un simpático actor español con una extraña enfermedad que hace que sus extremidades crezcan mucho, lo que le da un aspecto bastante particular, y con lo que ya se ha ganado un espacio como monstruo cinematográfico por ejemplo interpretando a la niña endemoniada en la saga de [REC]. Así que si por alguna razón se cruzan con esta bazofia, esperen a ver al monstruo que es bastante terrorífico y en un 80 % real.