Mala

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Un policial extravagante

En el último thriller de Caetano hay que abandonar toda esperanza de encontrar algo que recuerde la filmografía de su director, autor de títulos como “Un oso rojo” o “Crónica de una fuga”. Aquí se advierte la explícita voluntad de apartarse de todo clasicismo y de los temas presentes en sus primeras películas, como “Pizza, birra, faso” (1997), que marcó un hito para el cine argentino de esos años.

La búsqueda de otros lenguajes lo lleva esta vez a experimentar con la violencia al estilo de los cómics que circulan lejos de lo verosímil, entre lo extraño y lo maravilloso. Con aparente espíritu de reivindicación femenina el thriller gira alrededor de Rosario, una atlética y hermética justiciera que mata por dinero a hombres golpeadores y abusadores. En Florencia Raggi, desconocida con look de heroína hábil para correr y pelear al estilo de Uma Thurman en Kill Bill recae el papel principal. La compleja novedad consiste en que su personaje (Rosario) tiene una personalidad esquizoide que es interpretada por las actrices Liz Solari, María Dupláa y Brenda Gandini en distintas secuencias donde el espectador deberá prestar atención a los indicios conectores del relato si quiere ver de qué va cada uno de los alter ego.

La venganza es el tema excluyente, como un subproducto del amor en su cara más oscura: posesión, traiciones, celos que van dibujando algo así como un policial psicológico melodramático, meloso y cruel que habla de amores retorcidos y truncos.

Cuerpos en riesgo

El principal problema de la película son sus propias contradicciones en el tono del relato que no acaba de definirse nunca. Resulta demasiado serio para enmarcarse en el desprolijo cine clase B pero sus buenas secuencias de género se pierden en un caos desconcertante y lleno de riesgos literales y reales.

La película abunda en violencia, sexo, acción, melodrama subrayado con efectos especiales. El mayor, la exigencia extrema de los cuerpos que se exponen y se lastiman: hay choques en la ruta, peleas con cuchillos, disparos, corridas por tejados, caídas y patadas voladoras al mejor estilo de las luchas orientales. Es notable el esfuerzo de las protagonistas en escenas muy exigidas físicamente que demandaron entrenamiento para no lastimarse en la filmación.

Mucha sangre, poca alma

El amor “fou”, desquiciado, ciego, es la constante que se traduce en una mirada desencantada no exenta de negrura ni violencia. Luego de una media hora interesante el relato se va deshilachando de la mano de un guión tan sinuoso como confuso que depara momentos de absurdo y hasta risibles, con personajes maldecidos para el amor, siempre efímero, en contraposición al largo aliento del odio.

Con innegable oficio y muchísimos condimentos, el resultado es provocador, inquietante, por momentos seductor, como la escena de fuerte erotismo donde la protagonista se enfrenta a espejos que no reflejan exactamente lo mismo.

Sin embargo, “Mala” deja la sensación de que podría haber sido mucho más. “Prefiero películas que no sean éxitos de taquilla pero que tengan alma”, afirmó el director en un reportaje. Aquí no se ahorró ni una gota de sangre artificial. Hay sangre y sudor... pero el alma, ¿dónde quedó el alma?