Mala

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

El segundo sexo

“Mala”, la nueva película de Adrián Caetano, tiene poco que ver con la obra previa del director argentino, que ahora irrumpe con este cuento de mujeres violentas en el que corre mucha sangre y hay muchos tiros.

La reputación se puede perder de un día para otro. Adrián Caetano tiene un par de películas notables y una trayectoria envidiable: pasó por Cannes, Venecia, Rotterdam, Toronto. Es un cineasta popular y sofisticado, uno de los mejores de los nuestros y de nuestro tiempo.

Un coro de indignados viene vociferando: “Mala es mala”. No se trata de una tautología sino de una reacción veloz frente a un objeto inclasificable. ¿Dónde está el realismo social? ¿El western criollo? Ni un rastro de Bolivia, ni una pizca de Un oso rojo, la nueva de Caetano es una rara avis. Por lo pronto, una declaración: Mala es buena, y hubiera podido ser genial si Caetano se hubiera desatado del todo.

Si bien Caetano manifestó que quiere trabajar y adaptar el melodrama televisivo a la pantalla grande, es un director demasiado cinéfilo y el cine se (le) impone. El cine clase B no cuenta con muchos acólitos y este cuento de mujeres violentas puede ocasionar distancia. Corre mucha sangre, y hay tiros, cuchillazos y flechas.

Una mujer se dedica a matar hombres que maltratan mujeres. Lo hace por dinero, pero no se trata de un mero negocio cínico. Rosario demuestra convicción. En una de sus misiones, la atrapan. Tras un interrogatorio “policial”, una mujer paralítica paga por la libertad de la asesina y la contrata. Un nuevo trabajo: hacer sufrir al exmarido, que espera un hijo de otra mujer, y después de un tiempo matarlo.

Caetano decidió que su asesina modelo esté interpretada por cuatro actrices (Florencia Raggi, Liz Solari, María Dupláa y Brenda Gandini). En el relato se suceden sin aviso alguno. La prestancia y la dureza de Raggi en su papel son una revelación, y esto no se debe a los contrastes ostensibles con algunos miembros del elenco.

Al inicio se lee: “Montaje, encuadre y dirección de Adrián Caetano”, y a esto hay que prestarle especial atención. A los pocos minutos habrá una persecución; el trabajo de registro y el montaje son formidables: Raggi corre por los techos de edificios de Buenos Aires escapando de la policía. La fuerza visual de la escena es indudable y es así porque responde a una inteligencia formal que transforma el espacio en una extensión dramática.

Como en Francia y Mujeres elefante, el universo femenino vuelve a capturar el interés del director, ahora menos psicologista. El primitivismo feminista de Mala puede ser elemental, pero es muy preciso respecto del imaginario popular donde las mujeres representan al sexo débil. Inversión y subversión de un rol heredado: la rebelión empieza por desobedecer el mandato de la ternura. Después de todo, se nos advierte, “estamos en un mundo sin amor”, y las relaciones de poder son el principio de todas las cosas.