Machete kills

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Así como extendió (quizá más de lo conveniente) la inspirada saga de Mini espías , Robert Rodriguez decidió que una película sobre Machete -el ex agente federal mexicano devenido inmigrante ilegal, agente secreto, implacable asesino a sueldo e irresistible donjuán en los Estados Unidos- no era suficiente y, apenas tres años después de aquella comedia negrísima, decidió retomar al personaje interpretado por el casi septuagenario y monosilábico Danny Trejo.

Si el primer film funcionaba bien -aunque con un efecto bastante efímero- con su mezcla de violencia con excesos gore (cabezas cortadas, chorros de sangre, cadáveres al por mayor), erotismo primario (mujeres voluptuosas exponiendo sus curvas y exagerando sus gestos seductores y su adoración por Machete) y cierta incorrección política (dar vuelta los estereotipos con un héroe mexicano haciendo estragos en medio del establishment estadounidense), en esta secuela la propuesta nostálgica de ese cine clase B de explotación mixturada con algo de la saga de James Bond se agota mucho antes.

Tras un prólogo muy simpático (un trailer a-la- Star Wars con Machete luchando en el espacio y un look retro con efectos de copia en 35mm rayada), arranca el film con el protagonista siendo reclutado por el mismísimo presidente de los Estados Unidos (Charlie Sheen) para enfrentar a un malvado esquizofrénico (Demián Bichir), cuya personalidad escindida (mitad narco, mitad "revolucionario") lo lleva a apuntar un misil hacia Washington. En la segunda mitad -cuando la película ya naufraga en un mar de clichés y repeticiones-, aparece un segundo villano llamado Voz (Mel Gibson), un traficante de armas que utiliza sus millones para sembrar el caos en el mundo. Para completar el panorama de enemigos de Machete está Sofía Vergara ( Modern Family ) como la dueña de un burdel de armas tomar.

Uno de los principales placeres de Machete Kills consiste en disfrutar de estrellas que desfilan brevemente en pantalla en delirantes personajes secundarios (algunos no llegan más que a cameos): desde Antonio Banderas hasta Cuba Gooding Jr., pasando por la ex Disney Vanessa Hudgens o la diva pop Lady Gaga.

Sin embargo, con el correr de sus 107 minutos la eficacia de esta secuela se va desintegrando y, así, la acumulación de caprichos, homenajes obvios y situaciones extremas no funciona ni en plan de "placer culpable". Una pena, porque el director de El mariachi y Del crepúsculo al amanecer es un artista con indudable talento, creatividad y pasión cinéfila. Su prolífica carrera permitirá reencontrarnos pronto con sus mejores atributos.