Lumpen

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Un estado de fractura social

Luis Ziembrowski participó en muchas películas del llamado nuevo cine argentino y a la hora de su debut detrás de las cámaras, parece que logró una síntesis de los mejor de los directores para los que tuvo que trabajar, construyendo una puesta al servicio de un relato tenso, por momentos agobiante, pero necesario para contar un estado de fractura social, de derrota, de un diagnóstico terminal.

Luis Ziembrowski participó en muchas películas del llamado nuevo cine argentino y a la hora de su debut detrás de las cámaras, parece que logró una síntesis de los mejor de los directores para los que tuvo que trabajar, construyendo una puesta al servicio de un relato tenso, por momentos agobiante, pero necesario para contar un estado de fractura social, de derrota, de un diagnóstico terminal.
Todo parece indicar que la historia se ubica en 2002, ese momento crucial y devastador de la historia argentina que llega a través de la desesperación de los personajes, del sonido de bombos, del noticiero que aplasta, algo así como la banda de sonido de la desesperanza en un país que parece naufragar sin remedio.
En ese contexto Bruno (extraordinario Sergio Boris) lucha y pierde contra sus prejuicios de clase media, se deja ganar por el miedo del entorno, del ocupa del barrio, de la miseria que mantiene a raya con changas, pero sobre todo, la principal y vital preocupación de Bruno y por qué no, de su pareja (Analía Couceyro), es su hijo adolescente.
En ese universo cerrado, asfixiante, claustrofóbico es Damián (Alan Daisc) la única criatura que no tiene un costado miserable, puro futuro, tal vez dañado, pero definitivamente vital.
Toda una declaración de principios del debutante Ziembrowski, atormentado, ferozmente lúcido y dispuesto a eludir cualquier atajo simplista a la hora de plantar sus obsesiones, de mostrar su visión del mundo.