Luján

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Y la vida continúa...

El filme se centra en la vida de un anciano.

A los 60 años, Raúl Perrone, el prolífico realizador de Ituzaingó no parece tener deseos de frenar su ritmo de hacer casi una película por año (lleva más de 20 en otros tantos años de trabajo) y esto lo lleva a estrenar tres películas casi en simultáneo en el Cosmos, a las que integra en lo que gusta llamar un Tríptico. Ellas son Luján, Los actos cotidianos y Al final la vida sigue, igual .

La primera en verse es Luján , de 2009, centrada en un hombre mayor, que bordea los 80 años, y que por un problema familiar se ha ido a vivir a lo de una vecina y amiga. Luján es callado, pero inquieto, y dedica su tiempo a colaborar en refacciones en la casa, mientras se encuentra con amigos, vecinos y familiares, con los que va compartiendo sus historias de vida, diversas viñetas que dejan entrever un mundo que es conocido para los habitués del cine de “el Perro”: vecinas, jóvenes, laburantes y personajes de la fauna de Ituzaingó.

A diferencia de sus filmes anteriores, Luján inaugura un aspecto clave en este Tríptico y que es un cambio visual bastante radical en el cine de Perrone: son filmes en interiores y con una paleta de colores oscura, casi en busca de un realismo alejado del costumbrismo y más cercano al cine del portugués Pedro Costa, con sus cuartos derruidos, sus angulosos contrapicados y sus densos claroscuros.

Pero el cine de Perrone no se caracteriza por la sordidez, sino más bien por la empatía con sus personajes, gente de barrio con sus problemas y dificultades emocionales, que busca algún tipo de salvación (vía el trabajo, la religión o la familia) de su realidad en apariencia complicada y hasta deprimente.

Que Luján tenga más de diez hijos, que reciba una carta con noticias que uno supone terribles o que no pueda vivir en su casa con su mujer, es visto sin exceso de dramatismo, como si Luján estuviese atravesado por una suerte de resignación de la que sólo el trabajo manual parece sacarlo.

Y así, entre sirenas de policía y enfrentamientos a tiros que se oyen pero no se ven, Luján lleva adelante su vida dispuesto a enfrentar las dificultades, a su manera, y sin esperar a que el tiempo venga a llevárselo de prepo.