Los padrinos de la boda

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Una comedia de enredos fallida que no consigue divertir

Hace cuatro años la comedia Muerte en un funeral se transformó en un inesperado éxito de taquilla. Un film modesto, sencillo y efectivo que funcionaba en la mejor tradición de la comedia de enredos de pura cepa británica y que contaba con un elenco que lograba tocar cada uno de los transitados pero divertidos puntos de la trama con destreza. Ninguno de todos esos logros se repite en Los padrinos de la boda, que comparte con aquel éxito guionista -Dean Craig- y productores. Lo que en la película original era simpático caos acá es confuso desorden en una trama que parece tropezar, más que avanzar, de una escena a la otra.

Todo comienza en una isla remota donde David (Xavier Samuel), un muchacho británico, conoce a la bella Mia (Laura Brent), una australiana de la que se enamora y a la que casi inmediatamente le pide casamiento. El romance no será del todo bien recibido por los amigos de David que lo esperan en Londres. De todos modos, Tom (Kris Marshall), Graham (Kevin Bishop) y Luke (Tim Draxl) acompañarán a su amigo a la boda que se celebrará en la casa de la novia en Australia. Allí, el enamorado David se enterará de que su novia es hija de un prestigioso senador, empeñado en perpetuar su poder a través de ella, y que su casamiento es el evento social de la temporada. A la sorpresa no ayudará el despiste de sus amigos que por descuido terminarán por casi arruinar la boda al "invitar" a un traumatizado vendedor de drogas al festejo. Además de perder a la mascota de la familia, un carnero de considerable tamaño, que complicará aun más las cosas.

Por allí, habrá también una suegra, interpretada por la estrella de la era disco Olivia Newton John, la única intérprete que logra transmitir algo de diversión y desparpajo en un elenco que no consigue hacer demasiado con el mediocre material con el que cuentan. Un guión que intenta reírse del choque cultural entre el Reino Unido y Australia pero que no despierta ni una sonrisa.