Los Marziano

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

HERMANOS HUMANOS

Desde la antigüedad, son reiterados los sucesos y fábulas de pugnas y desavenencias entre hermanos; celos, traición y hasta muerte forman parte de estas leyendas, y uno se pregunta: ¿Cómo puede ser que dos personas de la misma sangre, del mismo hogar, puedan llegar a eso?
Juan (Guillermo Francella) y Luis (Arturo Puig) son hermanos y están testarudamente peleados hace años. Delfina (Rita Cortese), la tercera hermana, junto con la esposa de Luis, Nena (Mercedes Morán), intentan mediar en vano. La presencia de Juan en Buenos Aires, por cuestiones de salud, y en los días próximos al cumpleaños de su hija, exigirá a los hermanos a reunirse. Y no hay mucho más para contar, lamentablemente…
Es destacado que Ana Katz se haya rodeado de cuatro grandes figuras de nuestro espectáculo (todos ellos con gran experiencia en teatro y TV); sin embargo, no alcanza para lograr un filme sumamente interesante, dada la ausencia de un conflicto que se desprenda de la propia acción. Los conflictos los tiene cada uno de los intérpretes, pero los acarrean desde la construcción misma de su perfil; no hay una situación conflictiva que haya que resolver, más que intentar componer la mala relación entre los dos hermanos (que nunca se explicita demasiado, basta con saber que la cuestión viene por uno o varios préstamos de dinero).
Por lo que se logra ver, el rol de Francella es el del inconfundible laburante de clase media venida a menos, golpeado por la vida, que intenta subsistir; el de Puig es el de la contrafigura: aquélla que ha sorteado los embates de la economía argentina y tiene un buen pasar, vive en un country y juega al golf. Cortese es la hermana conciliadora, el puente entre ambos, que intenta ayudar a que ambos varones vuelvan a hablarse. La excusa perfecta es el atisbo de una enfermedad aparentemente degenerativa que tiene Francella, que servirá de móvil para lograr reunirlos.
“Los Marziano” resulta ser una película de personajes, no de acción. Esto no quiere decir que sea mala, ya que resulta entretenida, tiene situaciones de la idiosincrasia argentina, que permite el reconocimiento y la empatía con los personajes en ciertas situaciones (como la escena con Daniel Hendler, como un médico que “maltrata”; o la del barman que prepara jugos con durazno en vez de con mango).
No interesa tanto la trama de la historia, como sí el perfil del cuarteto protagonista. Resulta desventurado que la dirección de Katz, su puesta en escena y las creíbles actuaciones (tampoco superlativas) no logren completar una obra del todo atractiva; son personajes interesantes, pero insertos en un filme “sin historia”. Eso, en el cine, tiene costo. Al margen, toda la secuencia del cumpleaños, con la expectativa del encuentro entre hermanos en la escena final, consigue levantar un poco la baja puntería que el filme alcanza.