Los hombres que no amaban a las mujeres

Crítica de Fernando López - La Nación

Eficaz traducción de un popular best seller

Llega Los hombres que no amaban a las mujeres, la primera parte de Millennium, la trilogía del escritor sueco Stieg Larsson

Tal vez fue un acierto confiar esta versión del primer libro de la serie de Stieg Larsson a un cineasta que en principio rechazó el compromiso porque ni siquiera lo había leído. Niel Arden Oplev actuó con cautela, buscó respetar en lo primordial y hasta donde le fue posible la estructura narrativa del original y puso el acento en el avance de la compleja trama policial y en la descripción de los personajes centrales más que en el examen del mundo cínico, misógino, condicioso e indiferente (síntesis de todos los males de la época, en Suecia y fuera de ella) que sirve como fondo de la historia. Con tal actitud y con un lenguaje no demasiado original pero bastante elegante, logró al menos que su film pueda ser disfrutado por quienes no conocen el original y que los fanáticos de Larsson lo acepten al menos como una ilustración, obviamente no muy completa y tal vez tampoco muy personal, pero eficaz. (Lo cual no evitará la clásica discusión al comparar libro y film).

Se ha hablado y escrito tanto de Larsson y de la obra que dejó inconclusa al morir en 2004 que no cabe detallar el argumento. Hay un periodista insobornable, Mikael Blomkvist, cuyas tenaces pesquisas sobre corrupción lo han llevado a la cárcel por difamación; un veterano magnate que sabiendo de su integridad lo contrata para indagar en el turbio pasado de su poderosa familia (en especial la muerte de su sobrina predilecta) y entre los dos, un inesperado tercer personaje que es el gran hallazgo: Lisbeth Salander. Se trata de una rebelde joven punk llena de piercings, tatuajes y rencor y tan experta como hacker que parece habilitada para acceder a cualquier red y resolver cualquier enigma por muy cifrado que esté. Independiente, bisexual, también ella víctima del sistema pero capaz de defenderse por sí misma, tiene su sentido de la justicia. Es la socia ideal para Blomkvist y la presencia que domina el film en un papel tradicionalmente masculino (él queda algo descolorido, un poco porque su personaje ha sufrido modificaciones y otro poco por la mesura casi excesiva de Michael Nyqvist). La notable composición de Noomi Rapace es uno de los puntales del film y una complicación para Hollywood, que planea una remake: será difícil soslayarla.

Menos thriller que whodunit a la manera de Agatha Christie, pero con dosis de sexo, violencia, crudeza y perversión, el film abusa un poco de las pistas falsas sobre el final y tal vez se prolonga más de la cuenta, pero atrapa la mayor parte del tiempo y ofrece suficientes atractivos.