Los dos papas

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

El pasado los condena

Si bien todo hacía suponer que nos encontraríamos con una propuesta de raigambre teatral sustentada en diálogos incesantes, algo que se deducía tanto de la avanzada edad de los dos protagonistas principales, nada menos que Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, como del planteo macro del relato que nos ocupa, vinculado al choque dialéctico entre dos supuestas visiones contrastantes de la fe, a decir verdad Los Dos Papas (The Two Popes, 2019) terminó siendo un film bastante más atractivo, extraño y valiente de lo que se esperaba a priori, especialmente gracias a la decisión en conjunto del director Fernando Meirelles y el guionista Anthony McCarten de tomar al “encuentro excusa” de turno entre Benedicto XVI/ antes Joseph Aloisius Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio/ después Francisco como un disparador de flashbacks varios acerca de la juventud del segundo en Argentina, detalle que oxigena el devenir y por suerte jamás nos condena al ámbito cerrado por el ámbito cerrado.

La película nos presenta un hipotético viaje al Vaticano en 2012 de Bergoglio, por entonces Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, para presentarle la renuncia a Benedicto XVI porque desea un cargo de menor perfil político que le ahorre las peleas con el kirchnerismo, no obstante se sorprende por el hecho de que el Papa está planificando su renuncia debido a una crisis de fe (afirma no escuchar la voz de Dios desde hace mucho tiempo) y porque se desató un escándalo con motivo de la masiva filtración de documentos estatales y privados a la prensa y la publicación de Su Santidad: Los Papeles Secretos de Benedicto XVI (Sua Santità: Le Carte Segrete di Benedetto XVI, 2012), un libro de investigación del periodista italiano Gianluigi Nuzzi (en esencia se recopilan cartas confidenciales y memorándums entre el pontífice y su secretario personal, el jurista y clérigo alemán Georg Gänswein, que destaparon una olla de corrupción, sobornos e intrigas de poder de múltiple naturaleza).

Meirelles, aquel de las maravillosas Ceguera (Blindness, 2008), El Jardinero Fiel (The Constant Gardener, 2005) y Ciudad de Dios (Cidade de Deus, 2002), y McCarten, conocido por Bohemian Rhapsody (2018) y Las Horas más Oscuras (Darkest Hour, 2017), combinan locaciones como el Palacio de Castel Gandolfo y la mismísima Capilla Sixtina para intercambios verbales entre los dos hombres que giran alrededor de la negativa de Ratzinger a aceptar la renuncia de Bergoglio porque podría ser interpretada -en momentos tan delicados- como una crítica solapada del segundo contra el primero, sobre todo porque no se ponían de acuerdo en temas como la “humildad” de los miembros de la Iglesia, el celibato de los curas, hasta dónde debería llegar la condena a los homosexuales, el estatus de los divorciados, qué se debería hacer con los sacerdotes pedófilos, y la pompa narcisista en general de la institución católica como un todo, cada día más y más en crisis porque los otrora fieles la ven como una secta cercana a la inquisición medieval que arrastra una incapacidad patológica de aggiornarse en lo que atañe a dos de sus autoasumidos enemigos de siempre, las mujeres y los gays. El film asimismo lima diferencias entre ambos al indicar que hablamos de dos versiones de una única y férrea ortodoxia que se debate entre el ultra conservadurismo y el conservadurismo a secas, incluso llegando a subrayar que en diversos instantes de la vida de ambos protagonistas defendieron concepciones y posturas idénticas.

Desde ya que lo hecho por Hopkins y Pryce es supremo y se agradece que se le dé a los dos veteranos semejante oportunidad de lucirse, algo muy poco habitual en un mainstream como el de nuestros días obsesionado con la juventud más banal, a lo que se suma un buen desempaño de Juan Minujín como el joven Bergoglio y de Germán de Silva y Lisandro Fiks como los dos religiosos -Orlando Virgilio Yorio y Franz Jalics, respectivamente- que fueron secuestrados y torturados durante cinco meses en el aciago contexto del Proceso de Reorganización Nacional por osar brindar ayuda social en los barrios pobres de Buenos Aires. Si bien resulta comprensible que el acento retórico esté sobre el sentimiento de culpa y el pasado oscuro del argentino ya que hoy por hoy encabeza la Iglesia, circunstancia homologada a su complicidad pasiva con la dictadura cívico/ militar al expulsar a los dos clérigos y dejarlos a la merced de las huestes del genocida Emilio Eduardo Massera (Joselo Bella), también hubiese sido interesante que la propuesta analizase un poco más el sustrato nazi y convalidante de abusos sexuales de Ratzinger. En este sentido, Los Dos Papas es más un retrato de los entretelones de la renuncia de 2013 de Benedicto XVI y el ascenso de Francisco que un verdadero examen de un reformismo representado en el argentino que se quedó en las promesas y no mucho más, basta con señalar la continuidad intolerante de uno para con el otro en torno al rechazo al aborto, la eutanasia y el matrimonio homosexual…