Los dioses del agua

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Aquí y allá

Sin dejar de lado su poética, Pablo César recupera su fascinación por el continente africano ya reflejada en la trilogía Equinoccio, el jardín de las rosas (1991), Unicornio, el jardín de las frutas (1996) y Afrodita, el jardín de los perfumes (1998), pero esta vez con una estructura narrativa clásica para explorar la aventura del conocimiento a partir del viaje iniciático de un antropólogo interpretado por Juan Palomino, quien viaja a Angola y a Etiopia en búsqueda del eslabón perdido del comienzo de la vida humana en el planeta tierra.

Los dioses del agua, título que remite a uno de los mitos africanos que encuentra además correspondencia con muchas otras leyendas de distintas civilizaciones como la de los pueblos originarios, coincide en que el hombre desciende de los anfibios, seres mitad pez mitad hombre, fueron los antecesores de acuerdo a lo que las leyendas expresan generaciones tras generaciones desde la oralidad. Ese es uno de los conocimientos primitivos y más poderosos que en este caso coexiste con aquel que otorgan los libros, mientras que la experiencia en el terreno completa el círculo en el derrotero de Hermes, el antropólogo protagonista de esta película.

El otro viaje surge de la llegada de un angoleño, Oko, a nuestro país también en busca de sus orígenes en estas tierras lejanas de la esclavitud y donde los afroamericanos han dejado huellas a pesar de los borrones que los blancos que cuentan y escriben la historia se encargan de multiplicar. Lo onírico y la alegoría se nutren de la belleza visual, que en formato 35mm, (ver entrevista) encuentra el mayor despliegue visual, en sus encuadres y en aquellos paisajes africanos donde parece ocultarse el verdadero conocimiento.

La lucha entre la intuición y la razón se resumen en la travesía interna de Hermes antes de tomar contacto con lugareños, chamanes y sabios de la etnia dongu en Mali y tchowke en Angola; la cultura y la tradición estallan como notas musicales de una partitura universal y la correspondencia de saberes acompaña con el ritmo de los tiempos para un film completamente alejado de los cánones convencionales y que vale la pena descubrir para conocer otro modo de entender la vida.