Los días

Crítica de Juan Carlos Fontana - La Prensa

La infancia y ciertas rutinas

En su primera película, el argentino Ezequiel Yanco (1976) intenta aportar su propia mirada al mundo de la infancia, al enfocar la cotidianidad de dos hermanas gemelas de nueve años, que viven con sus padres, en Quilmes, en la provincia de Buenos Aires.

A Martina y Micaela, lógicamente, resulta difícil diferenciarlas para el que no las conoce, pero su madre sí sabe cuál es cuál.

Las niñas se mueven con comodidad frente a la cámara, como si estuvieran acostumbradas a hacerlo siempre.

EL CASTING

La espontaneidad de Martina y Micaela es lo que despierta el interés en el espectador, que es testigo de lo que ocurre con esas ellas, cuando se quedan solas en la casa y su madre les da indicaciones por teléfono, para que puedan cocinar y comer solas, en su casa mientras ella está trabajando junto al padre de las niñas en una remisería.

En una ficha que Norma Ponzio, la madre de las chicas, llena en la computadora, a través de internet para enviar a un casting, uno se entera de que Martina y Micaela saben inglés y aprendieron danza, pero no actuación.

"Los días" comienza con las niñas despertándose por la mañana con su madre insistiéndoles para que tomen el desayuno. Luego se las ve con su madre esperando turno para que les tomen fotos y las filmen en una sesión de casting. También juegan con una amiga y las tres se tiran el pelo, o parecen pelearse, y se oye a la madre que les grita que terminen con ese juego.

A LA DERIVA

Ezequiel Yanco seguramente pasó varios días junto a las gemelas a la búsqueda de algún instante, quizás trascendente, que le indique que tal vez hay algo distinto en esas niñas, que las diferencias del resto. Lo concreto es que eso nunca sucede y la cámara muestra el devenir en la vida de las pequeñas, que por momentos juegan con los cosméticos de su madre, como esperando el momento en que ellas también los usarán.

El director y guionista, parece no saber cómo seguir y se tiene la sensación de que tampoco sabe qué quiere contar, que su cámara va a la deriva, repite secuencias, como cuando las niñas se despiertan o duermen juntas, o les da primeros planos, cuando se tiran del pelo. Lo cierto es que Martina y Micaela, parecen contar con un mundo propio, infranqueable y ajeno, que la cámara intenta captar, pero sin lograrlo.