Los del suelo

Crítica de Alejandra Portela - Leedor.com

De las Ligas Agrarias Cristianas que sostenían los reclamos de tierras de campesinos en el norte argentino durante los años 70, a la granja libre de agrotoxicos que en la actualidad fomenta el consumo familiar de los cultivos en la provincia de Santa Fe, la pareja que forman Irmina Kleimer y Remo Vénica tienen una vida coherente con sus principios y sus valores. Esta pelicula, la segunda ficción del director argentino Juan Baldana, trata del primer momento, durante el año 1977, en el climax de la Dictadura en Argentina.
Hubiera sido mejor, tal vez, mantener el título del libro en el que se basa Los del suelo. Efectivamente, Monte madre, de Jorge Miceli, refiere con más precisión a esa relación entre el monte como lugar de escape y refugio a la vez que como espacio de la maternidad. Dos veces pare Irmina en ese monte que no termina de ser tan espeso como para confiar en él. De Juan Baldana, habíamos visto sus dos documentales Arrieros y Soy Huao, en este último, especialmente, sobre una población indígena y su supervivencia en la selva ecuatoriana, los tiempos cinematográficos los imponía la naturaleza, una observación detenida sobre prácticas y habitat que Baldana equilibraba con inteligencia y poesía.
Algo de eso hay tambien en Los del suelo, pero la ficción parece no caberle tan cómoda a la propuesta, muy potente visual (los contraluces de Iván Gierasinchuk) y musicalmente (Walter Broide) pero en la que termina faltando el mismo espesor que a ese monte en el que transcurre. Parir en la clandestinidad, durante la Dictadura está relacionado directamente con la apropiación de niños, y ante la decisión de quedarse a buscar a su hijita o irse y sobrevivir, el dilema se soluciona pronto. Los militares asediando a los pobladores que colaboran con los perseguidos, o el cura y la breve discusión sobre el fin de los ideales que mantenían las Ligas y que finalmente termina ayudando a que la pareja salga del país resultan algo forzados. El relato se articula tambien sobre los planos recurrentes de la lectura que una niña hace de un cuaderno de notas. Y en ese sentido, no termina de ser muy afortunada la escena final en la que ademas de apelar a un diálogo bien de telenovela cambia rotundamente el punto de vista que se venía dando, de los padres al de la niña “abandonada” por sus padres, ahora grande, con reclamos que resumen la historia y argumentan, sobreexplicando lo que había quedado de alguna manera claro a lo largo del relato.