Linterna Verde

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

Los Linterna Verde son un grupo de guerreros que han jurado mantener el orden galáctico. Su fuerza proviene tan solo de tres elementos: un anillo, una linterna y la propia voluntad de quienes los usan. El mayor desafío para estos superhéroes comienza con el renacimiento de Parallax, una fuerza enemiga que recibe su poder del miedo y que, encarnada en el cuerpo de Hector Hammond (Peter Saarsgard), amenaza con romper el orden y la paz del universo. Para enfrentarlo, llega a los Linterna Verde un nuevo recluta: Hal Jordan (Ryan Reynolds), un piloto de pruebas algo engreído y quien despierta la impaciencia del grupo convencido de que los humanos son demasiado débiles y tienen una existencia muy corta en el universo como para poder ponerse a cargo de semejantes propósitos. Sin embargo, Hal sorprenderá a todos con su fuerza de voluntad y humanidad, y logrará mediante la ayuda de su amor de la infancia Carol Ferris (Blake Lively) ser no solo el elemento clave para derrotar a Parallax, sino que también podrá convertirse en el mejor Linterna Verde.

Si le preguntáramos a Carol Ferris acerca de Hal Jordan, de su personalidad, de cómo llegó a ser un superhéroe o de la historia de amor entre ambos, seguro nos contaría cosas maravillosas, únicas, mágicas, inolvidables. Pero lo cierto es que, más allá de todo, Carol Ferris es protagonista de esta historia (y por lo tanto tiene una visión más enriquecida de los hechos), sin contar que, además, está perdidamente enamorada de Hal. A la salida del cine, la versión parece ser totalmente opuesta: el encanto de Hal Jordan no llega mucho más allá de su cuerpo esculpido, de igual forma en que no alcanza su historia (ni como superhéroe ni en relación a Carol), llevada al cine por Martin Campbell y a pesar de los esfuerzos de Reynolds, Lively, Saarsgard y, por qué no, del supervisor de efectos especiales Jim Berney (Soy leyenda), para transmitir la historia. La película termina siendo (desde el guión y hacia todo lo demás) lo opuesto a la visión de la pretendiente de Hal Jordan: mediocridad y poca magia.

El desalentador resultado descansa sobre todo en la debilidad y la liviandad con la que se construyen diferentes componentes como los personajes, diálogos, las diversas cuotas de humor o romanticismo que, de haber sido más sólidos o mejor diseñados, podrían haber generado otros efectos. Es como si, en cierto modo, se simplificara o redujera el mundo Linterna Verde; sin tomar riesgos ni agregar otro tipo de valores a sus personajes y situaciones (como sí han sabido hacerlo otras películas como Batman: El caballero de la noche o X-men: primera generación, tal vez culpables de generar mayores expectativas para con los posteriores superhéroes en el cine), y abandonando a los Linterna Verde al grupo de aquellos seres únicos que soportan todo tipo de desafíos excepto el de una adaptación cinematográfica y que dejan, como en este caso, una sensación mezcla de poca sed (de una segunda parte) y estomago lleno (de vacío verde).

Puede que Carol Ferris, sin embargo, esté contemplando esa estrella que alguna vez Hal Jordan le señaló como la más brillante de todas, hogar de los superhéroes de la voluntad y la esperanza: estrella que aquí no solo no brilla todo lo que puede sino que, en un cielo repleto de miles, es tan solo una más.