Leopardi, el joven fabuloso

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

EL FILM DEL ITALIANO MARIO MARTONE POSEE UNA BELLEZA IRREPROCHABLE, AUNQUE SU DURACIÓN PUEDE LLEGAR A SENTIRSE

Cálida evocación del poeta Leopardi

Cuidadosa evocación del poeta Giacomo Leopardi, esta obra puede parecer tan larga como algunos de sus poemas. Es un defecto, si, pero, ¿qué parte se podría cortar? Igual que en esos poemas, cada fragmento es de una belleza irreprochable, y entre todos nos acercan al alma acongojada de aquel hombre, tan pleno de inteligencia y de cultura, tan falto de salud, de libertad y de caricias. ¿Cortar, acaso, los breves recuerdos de una infancia orgullosa de lucir sus conocimientos y anhelante de un futuro seguramente lleno de satisfacciones? ¿El temprano dominio sobre diversas lenguas y el control de un padre absolutista, frente al cual solo por dentro podría alzar la voz? ¿Los momentos de calma pueblerina y de agobio por esa misma calma, amada y aplastante? "Siempre caro me fue este yermo cerro", confesó al comienzo de "El infinito" (dicho sea de paso, qué hermoso es encontrar estos versos en internet, recitados por Vittorio Gassman).

Tampoco podrían cortarse las escenas donde se representa el peso de los chupacirios recelosos de cualquier posible pensamiento de incredulidad, donde una vieja hasta quiere imponerle a un viudo la imposible alegría por una "decisión divina", mientras el cura de la parroquia, de solo escucharla retrocede. Fueron tiempos amargos los que vivió Leopardi, y terrible la enfermedad que tempranamente le doblegó la espalda. Temprana también la "negra, bárbara, horrenda melancolía que me devora", como le escribió a su primer editor, Pietro Giordani. Luego, el pesimismo hermosamente elaborado en sus "Opúsculos morales", que le reprocharon tanto los clericales como los liberales. Y la hipocresía de otros escritores, la prepotente ignorancia de una casera, la mantenida lealtad de una hermana y un solo amigo, Antonio Ranieri, el doloroso disfrute de las alegrías ajenas, de la inalcanzable belleza femenina, y de los alimentos prohibidos por el médico.

Interpretada por un notable Elio Germano, mezcla de Massimo Troisi con Gasalla, la obra, la primera que acá se estrena de Mario Martone, ilustra minuciosamente la vida italiana de comienzos del siglo XIX, con escenas que parecen propias de las pinturas del romanticismo: la vida en Recanati, Florencia, Roma y Napoles, un paisaje pastoril, las noches de tabernas y teatro (lo que permite presenciar una escena graciosa de "Matilde di Shabran"), una calle sumida en la peste del cólera, los días luminosos en la Torre del Greco, el inclinarse a palpar la tierra del labriego, la erupción nocturna del Vesubio, que motiva en Leopardi ese precioso poema de resignación que es "La retama", en fin, de todo eso, ¿qué parte podría cortarse? Hay que aceptar su duración, que a fin de cuentas no llega a dos horas y media, hay que agradecer que podemos escucharla en su lengua original, sin doblaje, y sumergirnos en su melancolía. "Así que en esta/ inmensidad se anega el pensamiento:/ y naufragar es dulce en este mar".