Leopardi, el joven fabuloso

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Entre el pensamiento y la enfermedad

Film biográfico de manual en donde se complementan los aspectos públicos y privados de un personaje de renombre para conformar un esqueleto argumental con pretensiones populares, Leopardi, el joven fabuloso no escapa de las convenciones del caso y del A-B-C narrativo estilo miniserie. La corta vida del poeta y filósofo del siglo XVIII Giacomo Leopardi comprende cada uno de los requisitos habituales: el rigor familiar procedente de su fanatismo católico, los primeros textos sin publicar, la relación del personaje con sus dos hermanos, sus viajes por una Italia tenebrosa (especialmente, Nápoles) corroída por el cólera y una reconstrucción de época repleta de detalles y algún que otro anacronismo que resuena (desde la banda de sonido) bastante gratuito. En oposición a la descripción del hombre de letras y su entorno geográfico y familiar, surge su cuerpo enfermo, sus malformaciones físicas, su joroba creciente que lo llevaría a convertirse en un Ricardo III sin crueldades ni afán de venganza. En esa conjunción pública y privada (el escritor que murió prematuramente más el personaje minusválido), que tanto admira un espectador previo a la estatuilla del Oscar, el film del napolitano Mario Martone (director de la genial Teatro de guerra, 1989), recorre el relato sin demasiadas novedades. Sin embargo, en la última parte, cuando Leopardi camina con dificultades por las calles de Nápoles, estableciendo amistad con los marginales luego de ser humillado debido a su eterna virginidad, en esos momentos donde el personaje parece el espejo de John Merrick, aquel hombre elefante de la época victoriana, la película gana puntos, no solo por la emoción que se le transmite al espectador, sino también, por el brillante trabajo de Elio Germano en la piel maltrecha de su cuerpo deforme.