Lazos de sangre

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La heroína menos pensada

Jennifer Lawrence, en una actuación arrolladora.

No hay muchas películas estadounidenses que escarben tanto en las miserias humanas como Lazos de sangre . Que lo hace de manera directa, con un personaje central con el que el espectador traba rápidamente empatía, y al que la jovencísima Jennifer Lawrence le pone el cuerpo y el alma, ambas piezas devastadas por lo que debe vivir.

El entorno de Ree es ciertamente difícil. A sus 17, la chica debe hacerse cargo -nadie se lo pide, salvo las circunstancias- de una familia. Sus dos hermanitos menores y su madre, depresiva y casi postrada, mal alimentados como ella, están a su cuidado desde que el padre de Ree cayó en prisión (elaboraba y traficaba droga), de la que salió y si no se presenta ante la Corte, el sheriff del lugar le indica a la atribulada Ree que perderán la casa, ya que la dio como garantía.

Ree, vuelta heroína a su pesar, tiene una semana para encontrar a su padre, pero cada vez que comienza a averiguar y a bucear, se topa con mensajes poco o nada alentadores. Mejor que no se meta a investigar mucho, porque en las casas de madera en medio del bosque en Missouri donde vive le esperan revelaciones difíciles, duras de asimilar.

La directora Debra Granik va tirando al rostro del espectador uno por una todos los datos dolientes que recibe Ree. Su tío y hermano de su padre (Taerdrop, interpretado por John Hawkes, candidato al Oscar como actor de reparto) le sugiere que tal vez esté muerto. Todo lo que (re)mueve esta aseveración -por un lado, pesar; por el otro, la tranquilidad o sosiego que le da saber que si murió, no perderá su hogar- está reflejado en la expresión de Ree. Al estar prácticamente el 99% de la proyección en la pantalla, todo lo que la realizadora tenga por decir pasará ineludible e imperiosamente por este personaje.

Drama que desnuda que subyacen conflictos nunca aclarados -y ése es otro rasgo a favor del filme, ya que la incertidumbre de Ree es la misma que tiene el especta- dor-, el ámbito en el que se mueven los personajes define en más de un sentido sus características. Pueblo rural, perdido en el interior de los Estados Unidos, hay mucho desecho rondando por allí, como neumáticos, que trabajan también como reveladores metafóricos. Los habitantes del lugar están entre las sobras, los desperdicios de la sociedad.

Quienes se sientan a ver Lazos de sangre en busca de un thriller -que también lo es- tal vez se pierdan ese costado mórbido, patológico y nocivo. Ree aparece, junto a sus hermanitos, como el único personaje limpio, inocente, al que la sociedad no ha ensuciado. “Nunca pidas lo que te deberían otorgar”, le dice a su hermanito. Y el contexto es frágil: no tienen qué comer.

Acostúmbrese a ver a la talentosa Jennifer Lawrence. Pronto estará en Las dos vidas de Walter , con Mel Gibson, y será Mystique en la precuela de X-Men : filmes completamente distintos en los que no hará falta encubrir su belleza; mientras, hay sobrados motivos para descubrirla en esta odisea humana que atrapa y no suelta.