Lazos de sangre

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Este segundo largometraje de la talentosa directora Debra Granik remite a la mejor y más pura tradición de un cine independiente estadounidense que podría arrancar con las primeras obras de Terrence Malick de principios de los años 70 y que llega hasta películas recientes como Ballast, Legado de violencia o Río congelado. Propuestas alejadas por completo de las modas y de la demagogia, del ingenio irónico de tantos directores aspirantes a ser descubiertos y contratados por la gran industria. Historias duras, ásperas, viscerales, desgarradoras, que no temen sumergirse en la Norteamérica profunda y rural para describir sin complacencia, en todas sus facetas, dimensiones y alcances, la pesadilla que muchos intentan esconder, esa contracara perfecta del mito del sueño americano.

Ambientada en una pequeña comunidad de Missouri, Lazos de sangre narra la épica historia de Ree (consagratoria labor de Jennifer Lawrence), una adolescente de 17 años que carga con el peso de sostener un hogar conformado por una madre casi autista y sus dos pequeños hermanos. En medio de una profunda crisis financiera, de unas más que precarias condiciones de vida y de un crudo invierno que la fotografía de Michael McDonough alcanza a exponer en toda su melancólica belleza, la heroína del relato debe enfrentar a familiares y vecinos que conforman un clan hostil y no exento de crueldad para encontrar a su padre -un narcotraficante que ha salido de la cárcel bajo fianza- y evitar así perder la casa familiar.
Códigos tribales

Basada en la novela homónima publicada en 2006 por Daniel Woodrell, la película da cuenta en sus implacables 100 minutos y con sus múltiples capas de lectura de los códigos casi tribales de la población local, de la conmovedora relación entre Dee y su tío adicto a las drogas (John Hawkes, nominado al Oscar al igual que Lawrence) y de las contradicciones de la protagonista, que pendula entre responsabilidades de adulta (sostener la granja o la educación de sus hermanos) y la inocencia de quien todavía es adolescente (la idea de que puede enrolarse en el ejército para recibir los 40.000 dólares que le ofrecen y. llevar a sus hermanos al frente).

El film se resiente apenas por una música que subraya de forma innecesaria los logrados climas que consigue la directora o por algunas pinceladas políticamente correctas (la denuncia de tono ecologista), pero jamás pierde el rumbo ni la tensión (no sólo es un implacable drama humano sino también un preciso thriller manejado con mucho suspenso) a la hora de mostrar el tremendo grado de descomposición de una sociedad cerrada y dominada por el miedo, la violencia y el machismo en la que sus habitantes, ya sea por acción u omisión, por necesidad o complicidad, avalan un mundo sin reglas, salvo las del ojo por ojo o del sálvese quien pueda.

Lazos de sangre no ganará ninguno de los cuatro premios Oscar (película, guión adaptado, actriz protagónica, actor de reparto) a los que está nominado, pero estos y muchos otros reconocimientos recibidos (ganó, por ejemplo, el Festival de Sundance) han permitido, entre otras cosas, su estreno comercial en la Argentina. Se trata de un cine que no suele llegar a los cines locales. Vale la pena, por lo tanto, adentrarse en una propuesta distinta, exigente, desafiante, pero en definitiva tan inteligente como cautivante.