Latidos en la oscuridad

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

El segundo largometraje de Dean Devlin como director, "Latidos en la oscuridad", es un raro objeto en el que todo sale a flote gracias a su capacidad de nunca tomarse en serio.
De la mano del alemán más estadounidense, el director Roland Emmerich, Dean Devlin se convirtió en uno de los productores más famosos de tanques hollywoodenses de los últimos veinticinco años.
Luego de producir los títulos más emblemáticos de Emmerich como "Día de la independencia" 1 y 2, "Stargate", "Soldado universal", o "Godzilla"; el año pasado, Devlin se ubicó él en la silla de director (luego de dos telefilms sin trascendencia) para "Geotormenta", una película que bien podía tener la firma de Emmerich.
Si bien la taquilla no funcionó en todo el mundo, Devlin demostró tener el pulso para realizar estos placeres culposos que no se analizan, se disfrutan. Ahora, a menos de un año de aquella, presenta su segundo trabajo, con el que pega un volantazo de género, y parcialmente de registro.
"Latidos en la oscuridad" es un thriller con elementos de terror, chiquito, simple; pero que en el fondo sigue teniendo el corazón Devlin; divirtámonos sin que nos importe nada.
El argumento nos hará recordar ligeramente a la dupla "The Collector/The Collectión" y al film de Fede Álvarez No Respires; pero con una variante que en aquellos era fundamental, aquí no hay encierro. Sean (Robert Sheeshan) es un joven marginal del Bronx que desea impresionar a su novia, pero no sabe cómo.
Si bien tiene una fachada formal, en realidad se dedica a robar casas junto a su amigo Derek (Carlito Olivero).
El sistema de robo es simple, dado que ellos trabajan en el estacionamiento de un restaurante, primero se hacen con el auto de los clientes del lugar, y así se dirigen al hogar de los mismos, obviamente desocupados… o no.
Una de las víctimas es Cale Erendreich (David “Doctor Who” Tennant), un hombre aparentemente normal y tranquilo. El asunto era sencillo, pero cuando Sean se dirige a la casa, encuentra allí a una mujer captiva y torturada (la del engañoso afiche local). Sean entra en pánico y huye, sólo para complicar las cosas. La policía no encuentra a la mujer en casa de Cale, y este tomará como represalia, una venganza persecutoria por toda la ciudad, mientras los amigos tratan de encontrar a la mujer.
La historia es simple, y casi de inmediato pone a los personajes en juego. "Latidos en la oscuridad " (que en verdad no es tal) es un juego de gato y ratón contra reloj, con dos bribones como víctimas, un sádico inexpresivo como perseguidor, y una mujer como presa a disputarse. Por su estética y su montaje ligero, vertiginoso, a veces casi videoclipero, recuerda a varios títulos directo a VHS de los años ’90.
El ámbito marginal de esa ciudad sucia, ayuda a darle un marco de inseguridad y peligrosidad constante. Las diferencias con "The Collector/Collection" y "No respires", no terminan en ambientarse puertas afuera. Esta película no posee ni la porno tortura de las primeras, ni el clima opresivo del film de Álvarez.
Es mucho menos pretenciosa, y como buen film de Devlin, es consciente de sus limitaciones. La lógica del film es casi nula desde el primer instante. Los personajes son estereotipos, y viven todo tipo de situaciones azarosas e inverosímiles. Tampoco hay un gran abordaje del suspenso o la tensión. En compensación, Devlin ofrece pura diversión. "Latidos en la oscuridad" tiene pasos de comedia, diálogos imposibles, y escenas exageradas.
Coquetea con el ridículo, y en ese juego sale ganando, tal como sucedía en "Geo Tormenta". Hay sadismo, pero menos gore de lo que podía haber tenido. Queda en claro que Devlin es más un experto en acción y en ritmos vibrantes que en géneros relacionados a crear un clima de misterio.
En "Latidos en la oscuridad" (casi) todo se sabe desde que se desata el nudo, y a partir de allí no aguardan sorpresas pero sí el entretenimiento.
Sheeshan no es un gran actor y ni lo intenta, aquí el juego es de Tennant, que hace de su rostro pétreo un punto a su favor. Cale demuestra la locura en sus ojos fervorosos, tiene arranques de furia, y nos hace creer que es alguien sádico en serio. Latidos en la oscuridad es su show. Película menor pero ciertamente entretenida, esta cinta es el nuevo opus de un realizador que ya va encontrando su estilo propio; el limbo entre el género y lo paródico.
Acomodarse en la butaca y dejar el cerebro de lado, esta vez es lo que vale.