Las aventuras de Tintín

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Steven Spielberg logra trasladar a la pantalla grande al famoso personaje de la historieta

Que haya sido Steven Spielberg el encargado de llevar a Tintín a la gran pantalla resulta una absoluta justicia. Rey Midas del cine de aventuras familiar, ya había impreso el espíritu del personaje del historietista belga Hergé en la saga de Indiana Jones.

En Las aventuras de Tintín , Spielberg afrontó un doble desafío: aplicar el 3D a un cómic de sencillos, expresivos (y brillantes) trazos en 2D y trabajar con la tecnología de captura de movimiento (se filma a los actores con electrodos conectados a una computadora y luego esas imágenes son convertidas a animación), que había generado no pocos cuestionamientos en películas como Los fantasmas de Scrooge , El expreso Polar o Beowulf, la leyenda .

Spielberg no sólo sale indemne sino incluso triunfante del reto tecnológico y del riesgo implícito de traicionar a los celosos cultores del arte de Hergé: la narración es bella y fluida, divertida y vertiginosa, fascinante y naíf a la vez; es decir, con los atributos que tenía el cómic original y de los que carecían los largometrajes previos concebidos con la mencionada motion capture.

Tras una lograda secuencia de créditos iniciales en artesanal animación 2D, comienzan las peripecias de este joven periodista/investigador que, tras adquirir en una feria callejera de Bruselas la maqueta de un viejo velero del siglo XVII, se verá inmerso en aventuras por tierra, aire y agua en distintos rincones del planeta. Con la compañía de su inseparable perro Milú y de ese querible borrachín que es el capitán Haddock (el gran Andy Serkis), este muchacho pelirrojo y de particular flequillo (encarnado por Jamie Bell) luchará contra el malvado Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig) en una sucesión de escenas (varias de ellas brillantes, como el aterrizaje forzoso en pleno desierto), de persecuciones en motos, autos, trenes, aviones y barcos por exóticos parajes.

Para algunos, los 107 minutos del film pueden resultar algo agotadores (es como un viaje en montaña rusa, una maratón cinematográfica construida como una sucesión de escenas de humor físico), pero aunque el público quede tan exhausto como los personajes vale la pena acompañarlos en este viaje y transitar con ellos por esta experiencia apasionante.