Las aventuras de Peabody y Sherman

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Esta producción de DreamWorks Animation -que retoma los personajes de Peabody y Sherman surgidos a fines de los 50 en el marco del programa El show de Rocky y Bullwinkle - propone una simpática y por momentos delirante relectura de distintos momentos de la historia universal a partir del clásico recurso de la máquina que permite viajar por el tiempo. Ese invento es obra de Peabody, un perro parlante y brillante científico egresado de Harvard que -para completar lo ridículo de la propuesta- tiene un hijo adoptivo (un huérfano llamado Sherman) que ocupa el lugar de la mascota traviesa y de inseparable compañero de aventuras.

La acción arranca en Nueva York, donde Peabody sufre la presión de una despiadada asistente social, la señorita Grunion, que no está de acuerdo con que un perro sea el padre sustituto de un niño, mientras que Peabody deberá lidiar con los desplantes de una competitiva compañera de clases llamada Penny.

Típica película de enredos narrados a puro vértigo y con guiños cómplices para chicos y adultos, Las aventuras de Peabody y Sherman llevará a los dos antihéroes y a Penny por distintos tiempos y lugares: desde la corte de Versalles de 1789 con María Antonieta sufriendo la rebelión popular y los protagonistas evitando la guillotina y la ira de Robespierre hasta el antiguo Egipto, con emperadores, momias y (falsos) dioses enfurecidos; pasando por la Florencia de 1508, con un Leonardo da Vinci incapaz de hacer sonreír a Mona Lisa, o por la Guerra de Troya, del siglo XII a.C.

Este film episódico propone un atractivo despliegue formal (el talentoso fotógrafo mexicano Guillermo Navarro se desempeñó como consultor visual) para reconstruir esos distintos hitos de la historia, pero apela, de manera innecesaria y poco lograda, al recurso del 3D.

Rob Minkoff, codirector de El Rey León y realizador de las dos entregas de Stuart Little, La mansión embrujada y El reino prohibido , sostiene el relato con bastante fluidez, con algunos gags físicos y diálogos ingeniosos, aunque por momentos el recurso de los sucesivos viajes en el tiempo puede abrumar a cierto segmento del público (sobre todo el de los más pequeños), ya que no hay un desarrollo demasiado profundo de unos personajes que, de esta manera, no generan esa empatía que ha sido la base del éxito de otros films animados. Habrá que ver, entonces, si el público logra identificarse con los protagonistas o, al menos, se ve seducido por esta relectura de la historia que poco tiene que ver con la que se enseña en los libros escolares.