Larry Crowne

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Cuando el cine deviene en manual de autoayuda

Nada menos que 15 años se tomó Tom Hanks para escribir y dirigir su segundo largometraje luego de su más que digno debut con el musical Eso que tu haces. Para este regreso detrás de cámara (también aparece delante) se asoció en el guión con Mia Vardalos, quien desde el inmenso éxito con la comedia Mi gran casamiento griego no paró de hacerle "daño" a Hollywood con subproductos uno peor que el otro.

Cuando nos topamos con un film tan fallido como Larry Crowne el problema es (aunque no sólo) del guión. El antihéroe del relato es Larry (Hanks), laborioso jefe de sección en un hipermercado al que le ha dedicado buena parte de su vida, desde que abandonó su puesto de cocinero en el ejército. Sin embargo, ante la crisis y debido a sus escasos estudios, es despedido de la manera más cruel. A punto de perder su casa hipotecada, este cincuentón solitario y querible pero también con un dejo algo patético (¿homenaje a Forrest Gump?) se inscribe en la universidad; más precisamente, en un curso de oratoria liderado por una profesora bastante frustrada (Julia Roberts) y en uno de economía comandado por un riguroso docente japonés.

En medio de muchos jóvenes, Larry comenzará a salir de su depresión, se unirá a un grupo de compañeros que se dedica a pasear en scooters (prefiero a Nanni Moretti andando en su Vespa por las calles de Roma), retomará su labor como cocinero (ahora en el restaurante de un amigo) y se irá acercando a la profesora que también lucha con una profunda crisis de madurez tanto en lo afectivo como en lo laboral.

Hay, por lo tanto, un intento de romance (la química entre Hanks y Roberts es decididamente pobre y lo de él es todavía peor que lo de ella), unos cuantos personajes secundarios "simpáticos" (como el vecino que encarna Cedric The Entertainer), pinceladas sobre la crisis socioeconómica y una mirada bastante complaciente, autoindulgente, pintoresca y elemental sobre casi todos los temas y conflictos.

Si la comedia no funciona, si el romance no engancha, si las actuaciones son llamativamente sosas, lo único que queda, entonces, es el "mensaje" ("no te des por vencido ni aún vencido", "persevera y triunfarás", "nunca es tarde cuando la dicha es buena" serían alguno de los refranes apropiados para la ocasión). Así, el único "género" al que Larry Crowne aplica es al de la "autoayuda" y, por lo tanto, sólo está destinado a aquellos que quieran recibir una acumulación de buenas intenciones y mensajes positivos. De cine, poco y nada.