Ladrona de libros

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Rescate emotivo

Antes de ver Ladrona de libros hay que preguntarse: ¿Estamos frente a un hecho real? ¿Hay que enfocarse en Liesel? ¿O en su entorno? ¿Qué rol cumple el nazismo en este filme? ¿El drama histórico será devorado por una novela juvenil?

Luego de la sugerencia, llega el primer tropezón que respeta al best seller homónimo de Markus Zusak: el narrador. La Muerte, relata en off con voz grave y dice frases como “no entrés en pánico, no ayuda”, en relación al inevitable final humano. Espantoso si se ingresa a Alemania, 1938, y un futuro signado por el genocidio de la Segunda Guerra Mundial.

Prosigamos. La nieve, un pueblito de estética grisácea y la llegada de la pequeña Liesel Meminger (algo anodino lo de Sophie Nelisse, de Profesor Lazhar) a casa de la familia Hubermann, sus padres adoptivos. La pareja es un dúo de encierro, el interior (en tonos ocres) de su vivienda demarcará territorios y fragmentará la película. Ella, Rosa (Emily Watson), ama de casa autoritaria, con un corazón arrebatado por el dolor. El, Hans, (buen trabajo de Geoffrey Rush) quien navega entre la ausencia doméstica y construye un tierno vínculo con Liesel luego de descubrir el analfabetismo de la niña.

Desde la lectura y la escritura, nace la sobriedad, lo mejor del filme. Padrastro e hija viajan entre la habitación y el sótano para crecer juntos entre nuevas palabras. En el subsuelo de esa casa también se esconde un secreto: Max, un joven judío, asilado por la familia para esconderlo de las garras nazis.

A partir de la aparición del muchacho, Ladrona de libros caerá en un espiral de repeticiones sin resolver a lo largo de su excesivo metraje. Mutará del drama de la guerra a una pseudo novela adolescente como si la joven, presa de amor-admiración, encarnase la piel de una heroína que “toma prestadas” obras literarias de una aristocrática casona. Y se las leerá al joven refugiado cuya salud se resquebraja, Así, toda la solemnidad acumulada, se irá al diablo.

A años luz de la maestría de La lista de Schindler o El pianista, Ladrona de libros pierde fuerza en sus personajes centrales, no habrá mención a las consecuencias de la guerra (por más que la niñe grite “odio a Hitler”) y flamearán demasiadas banderas nazis. Por último, la música de John Williams (candidata al Oscar) resaltará una gran ambientación de época.