Ladrona de libros

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

La “magia” del cine ha demostrado que algunas temáticas dan para todo. La Segunda Guerra Mundial, claramente, es una de ellas. En esta oportunidad, no es la primera vez, le llega el turno al relato infantil.
Ladrona de Libros es la adaptación de una novela australiana contextualizada en época del nazismo, y cuya protagonista es una niña que deberá pasar distintos horrores durante una etapa histórica en la que “libertad” era una palabra anhelada.
Ella es Liesel (Sophie Nélisse), alemana, adoptada por el matrimonio Hubbermann, Hans (Geoffrey Rush) y Rosa (Emily Watson).
Aparentemente ajena a los problemas, Liesel conoce a un niño, Rudy (Nico Liersch); mientras que Hans la instruye en el mundo literario. Arma en su sótano una especia de guarida en el que le enseña a leer y amar los libros, además de poseer una interesante biblioteca.
Pero claro, el nazismo está ahí, gustan de quemar libros, y la persecución a judíos se hace cada vez más notoria. Los Hubbermann dan asilo a Max (Ben Schwartz) protegiéndolos del régimen, escondiéndolo en el sótano. Así todo se va volviendo más sombrio hasta que el horror sea innegable.
No discutamos la subjetividad de un tono directamente infantil en medio de un crudo ambiente nazi, habrá a quienes incomoden y quienes les parezca inspirador. Ladrona de Libros peca de un mal común en el mundo hollywoodense, exceso de correción.
Su director Brian Percival (con experiencia televisiva) se recluye en lugares comunes y escenas que todos esperan de un film de esta especie. ¿Escenas lacrimógenas y golpes bajos? Los hay, varias, y sin miramientos; ¿escenas tiernas? También; ¿malos muy malos y buenos muy buenos? Claro; ¿música edulcorada? Sí, no todo lo que hace el maestro John Williams pede ser bueno.
La historia intenta hablar de la literatura como refugio, escape, y los malos se las agarran con los textos y los queman frente a todos, por lo que habrá que esconderlos y hacer un salvataje... pero esto no es Fahrenheit 451 ni (por suerte) pretende serlo. Todo es tratado con liviandad, con algo de gracia amarga (por las circunstancias), y repetimos, por el correcionismo político e histórico; a lo que hay que sumarle una discutible voz en off (ya se utiliza en el libro) a cargo de La Muerte.
Nélisse es realmente adorable; Rush y Watson si b ien no entregan las labores de sus vidad están más que correctos (por lo menos más de lo que el producto merecía), pero no alcanza para crear un real interés por lo que sucede.
Sus 130 minutos también la contrarían como film infantil, lo que, sumado a los hechos históricos, y al drama ominipresente, hacen dudar que un niño realmente disfrute una película así. Para el público adulto, sino se tiene demasiadas pretensiones, quizás, logre sacar alguna moraleja, alguna inspiración de manual; y lágrimas; quienes tengan ganas de llorar, sepan que estas están aseguradas.