Laberinto de mentiras

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Memoria culpable en tensa crónica

Esta película se basa en hechos reales. A fines de los '50, en Frankfurt, el periodista Thomas Gnielka, veterano de guerra, logró que algunos fiscales consideraran sus reclamos sobre la presencia de exnazis en la función pública. Luego fue más allá, y les hizo entender que muchos de esos exnazis habían cometido asesinatos aberrantes y masivos. Tuvo que explicarles qué había sido Auschwitz.

Para entonces, los crímenes nazis estaban perimidos, salvo los de asesinato y participación necesaria en asesinato. Pero los acusados debían llegar al estrado por delitos debidamente comprobados y/o testificados, lo que sonaba difícil. Además debían ser encontrados y arrestados, y eso sonaba todavía más difícil. Pero se pudo. Gehrard Wiese, Joachim Kugler y Georg F. Vogel eran los fiscales. Herman Langbein, veterano de la Guerra Civil Española y de los campos de concentración, secretario del Comité Internationale des Camps, proveyó los testigos en cantidad más que suficiente. Supervisando todo sin hacerse notar mucho, estaba el fiscal general Fritz Bauer, de origen judío. En los '30 había sido juez civil, hasta que lo detuvieron por su pensamiento opositor. Exiliado, editó en Suecia el "Sozialistische Tribune" junto a Willy Brandt, que con el tiempo sería canciller de Alemania.

Así se llegó a los llamados Juicios de Auschwitz. Por primera vez un país juzgaba a sus propios soldados por crímenes cometidos fuera del campo de batalla. En 1965, entre los finalmente condenados (no muchos) estaban Robert Mulka, oficial adjunto reciclado en empresario importador, y Richard Baer, el último comandante de campo, que se había cambiado el nombre y trabajaba en una finca. Gnielka no pudo disfrutar de su triunfo. Murió de cancer pocos meses antes del fallo. Pero tampoco disfrutó la mayoría de los alemanes.

Esta película describe esa época. La connivencia de la gente común con los nazis, los ocultamientos, el desprecio a quienes querían aplicar justicia, pero también la entereza de un puñado de miembros de la Justicia. Lástima que el guión reduce los tres fiscales a uno, de nombre ficticio, asistido por un fiscal ayudante y una secretaria. Y que encima por ahí se desvíe con otras convenciones y escenas oníricas (el protagonista tiene pesadillas con Mengele), y se empantane un poco en la germánica angustia del absoluto, en vez de seguir impulsando la intriga. Como sea, a pesar de esos lunares y otros más pequeños, el relato se ve con interés, tiene fuerza, buenos intérpretes, muy buena ambientación, y una clara lección de historia.

Director, Giulio Ceccarelli, ítalo-germano. Una actriz, Hansi Jochman, la señora gordita que hace de secretaria. Hay que ver la escena en que sale de la oficina tras haber registrado la primera declaración. No hemos escuchado una palabra, sólo la música, y su rostro lo dice todo. Un actor, el veterano Gert Voss, nacido en Shanghai de padres exiliados durante la guerra, muerto en julio último en la Viena de sus mayores. El interpreta a Fritz Bauer. Ahora salió otra película sobre este hombre, "Der Staat Gegen Fritz Bauer" (el Estado contra...), que describe cómo luchó para que Alemania pida la extradición de Adolf Eichmann, y, cansado de dilaciones, les pasó el dato al Mossad. El resto es conocido.