La vida misma

Crítica de Marcelo Stiletano - La Nación

Dan Fogelman se ganó un lugar entre los narradores de emociones más reconocidos de la actualidad de Hollywood, tanto en la TV como en el cine. Pero aquí no hay ninguna señal que se aproxime al drama familiar observado con sensibilidad y genuina compasión ( This Is Us) ni al cálido relato sobre las segundas oportunidades ( Directo al corazón) que llevan la misma firma. Hasta podría decirse que Fogelman tiene un otro yo que parte de los mismos temas de sus anteriores trabajos y decide reescribirlos desde un lugar mucho más cruel y hasta sádico disfrazado de película sobre temas "importantes".

Con una lógica temporal completamente inverosímil, Fogelman entrelaza vidas al estilo de Babel o de Vidas cruzadas con la pretensión de mostrar que es posible superar las tragedias más extremas. Pero lo único que consigue es desplegar sin anestesia un muestrario de sufrimientos gratuitos. Aquí, el miserabilismo es el común denominador: una pareja que espera con profundo deseo un hijo se destruye por un accidente que, para peor, se repite con impiadoso exhibicionismo. Más tarde, un joven recibe la mejor noticia de su vida en el mismo momento en que le anuncian una catástrofe familiar. La manipulación emocional se mezcla con un psicologismo pueril y edulcorado a la fuerza desde la fotografía y la música. Mientras tanto, los cotizados intérpretes parecen haberse contagiado de todos los padecimientos de sus personajes.