La vida de Adele

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Es la historia de un amor como no hay otro igual

Conocido en la Argentina gracias a Juegos de amor esquivo y Cous Cous, la gran cena, Abdellatif Kechiche consigue el mejor film de su carrera con una propuesta tan audaz y ambiciosa (dura tres horas) como fascinante y conmovedora. A partir de una novela gráfica de Julie Maroh, el director de origen tunecino narra la historia de Adèle (Adèle Exarchopoulos), una quinceañera en pleno despertar sexual.

Lo que arranca como un sensible retrato de las contradicciones, inseguridades y confusiones de una adolescente que busca reafirmar su identidad, luchar contra su inestabilidad emocional con irrupciones de angustia, y sostener su autoestima en el ámbito de un colegio secundario, derivará luego hacia otras etapas -con un ingreso como auxiliar en un jardín de infantes y más tarde como maestra en una escuela primaria- con un recorrido que alcanzará seis años de su vida.

De todas maneras, el eje principal de este film es la apasionada historia de amor que la protagonista mantiene con Emma (interpretada por Léa Seydoux), una artista plástica algo mayor que ella que la iniciará en el universo gay-lésbico. Mucho se han comentado las largas y explícitas escenas de sexo que la película contiene, pero no hay en ellas nada de explotación ni de regodeo voyeurista. Están narradas con la misma intensidad, cercanía y naturalidad con que se expone cada instante de la vida de estas dos chicas.

La de La vida de Adèle es de esas experiencias transformadoras que son imposibles de explicar en palabras. Se podría hablar de la consagratoria actuación de Exarchopoulos (sin dudas, ha nacido una estrella), del inmenso talento de Kechiche para poner la cámara en el lugar justo, para marcar y al mismo tiempo “liberar” a sus actrices, para observar y captar cada ínfimo detalle que luego adquiere dimensiones insospechadas, para ir y volver de la comedia al drama con una facilidad asombrosa… Pero ninguno de estos conceptos alcanza para describir la verdad que el realizador de Vénus noire y sus dos intérpretes consiguen en cada fotograma.

La conflictiva cotidianeidad escolar, los diversos entornos familiares, el universo de la militancia secundaria, el mundo queer, el ámbito de los intelectuales y los galeristas, las referencias literarias (Marivaux sobre todo)… Esos y muchos otros elementos conviven -con insólita armonía- durante las magistrales tres horas de este fascinante, conmovedor e inolvidable film.