La verdad oculta

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

La heroína del sistema

¿Se puede ser indiferente ante la organización difusa del negocio de la prostitución global? No, claro que no. ¿Se puede filmar la esclavitud sexual, la brutalidad de los machos y el cinismo corporativo? Posiblemente, sí. Tal vez, un buen documental bastaría para hacer visible e interrogar la explotación del cuerpo femenino, aunque, si se trata de globalizar una denuncia sobre la trata de blancas, el thriller parece ser un camino más eficaz y estruendoso. ¿Lo es?

La ópera prima de Larysa Kondracki arranca con un desenfoque y un intertítulo que indica que la película está basada en hechos reales. Poco a poco, se clarifica la imagen, acompañada de una banda musical sucia. Es 1999, la juventud ucraniana baila y las jóvenes que parecen sólo divertirse en un boliche discuten si deben aceptar una propuesta sospechosa.

Un poco después, Kathryn Bolkovac (Rachel Weisz), una obsesiva oficial de policía de Nebraska cuya hija vive con su padre en otro estado, necesita más dinero y un ascenso. Un superior le ofrecerá una oportunidad extraña: trabajar en una fuerza de paz en Bosnia. La guerra ha terminado, pero no del todo. Bolkovac viajará a Bosnia, y se involucrará con las calamidades de la región, la mayoría vinculada al maltrato de mujeres, hasta que esta heroína, una “Colombo” femenina, descubra cómo funciona el tráfico de mujeres. La corrupción excede a los bosnios, y la inmunidad diplomática, como dirá un personaje interpretado por Vanessa Redgrave, es mera impunidad para extranjeros. Soldados, funcionarios, proxenetas y matones constituyen una cooperativa siniestra.

Como sucedía en Erin Brockovich o en El informante , dos películas más sólidas que La verdad oculta , lo que importa no es tanto la denuncia sino aquel que la formula. Las prostituidas serán retratadas casi como un rebaño clandestino, y todo pasará por ver cómo en el corazón de la policía palpita una madre, ya no sólo de su hija. En efecto, destacar las cualidades del héroe y su compromiso con la verdad constituye un imperativo de este tipo de thriller. Es que Bolkovac, secretamente, redime el sistema, pues todavía existen agentes fieles a la naturaleza de este sistema.
No es sencillo: imponer la lógica de un thriller a una práctica aciaga en la que más de dos millones y medio de personas son la fuerza de trabajo esclavo de una economía ilícita parece demasiado. El riesgo de usar el cine como un megáfono magnífico para decir verdades sin renunciar a la lógica del entretenimiento es banalizar el sufrimiento como motor del relato. A veces, la voluntad de ficción no es inmune a lo pornográfico.