La última ola

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

Adiós al fiordo…

Sinceramente no hay muchas películas noruegas recientes que hayan tenido algún tipo de repercusión por estas pampas o que su estela se haya extendido por fuera de Europa: en el campo de los ejemplos positivos, podemos nombrar exponentes de género muy interesantes como Dead Snow (Død Snø, 2009), Trollhunter (Trolljegeren, 2010) y Cacería Implacable (Hodejegerne, 2011); en lo que atañe a los films más desparejos, sin duda los que llevan la bandera son los opus de Joachim Trier y el dúo Espen Sandberg/ Joachim Rønning. Hoy por suerte La Última Ola (Bølgen, 2015) no sólo se ubica dentro del primer grupo sino que además toma prestados los engranajes de un apartado hollywoodense hasta la médula, el cine catástrofe. Con un presupuesto diminuto para los cánones de Estados Unidos, la obra de Roar Uthaug fue un éxito de taquilla en su país con apenas unas “pinceladas” de CGI.

En este sentido, vale aclarar que el director se autodefine como un clasicista y respeta a rajatabla una de las dos macro-opciones narrativas del género, la que divide al relato en dos mitades simétricas, la primera centrada en el desarrollo de personajes y la segunda en el cataclismo propiamente dicho (la otra alternativa ofrece desde el vamos la debacle y luego se concentra en una “road movie” a través de los escombros para salvaguardarse o rescatar a los seres queridos). La aventura gira en torno a Kristian Eikjord (Kristoffer Joner), un geólogo de una estación de monitoreo en Geiranger, un pueblito enclavado en un fiordo. Justo durante el día de su mudanza a una metrópoli para comenzar a trabajar en la industria petrolera, un enorme desprendimiento de rocas -producto del movimiento de las placas tectónicas debajo de las montañas- amenaza con sepultar a Geiranger vía un gran tsunami.

La trama explora desde el naturalismo la relación de Eikjord con su familia (esposa y dos hijos) y sus compañeros laborales (para quienes es toda una autoridad en la disciplina en cuestión), poniendo de relieve de manera constante que sus buenas intenciones a veces contrastan con su carácter meticuloso y obsesivo para con el trabajo. De hecho, el film se toma su tiempo en lo referido a la presentación de la dinámica de los vínculos para tensar de a poco los resortes de la historia y finalmente desatar la tragedia en una secuencia nocturna en verdad excelente que no tiene nada que envidiar al mainstream norteamericano. La Última Ola supera a los mamotretos de Hollywood de los últimos años porque consigue crear empatía hacia el protagonista y su entorno cercano, lo que resulta una doble proeza si consideramos que la propuesta hace uso del mismo manojo de clichés de siempre del rubro.

Obviando el heroísmo fácil y construyendo un verosímil de tono ameno, la obra entrega en su segunda parte un desarrollo ajustado y bastante seco, en consonancia con la calamidad que retrata, una que en Noruega -por cierto- parece sobrepasar la simple “eventualidad” y abrirse camino hacia una contingencia muy concreta en algunas regiones del país. Si bien el guión de John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg no brilla por su originalidad (sumado al hecho de que los diálogos son un tanto estériles), la ejecución a cargo del realizador es correcta y las actuaciones del elenco transmiten la convicción necesaria para sustentar el esquema dramático. Al igual que en el nacimiento de la configuración actual del cine catástrofe, durante la década del 70, la figura de un antihéroe veterano y/ o rebelde una vez más marca el pulso de la epopeya apocalíptica, hoy con el minimalismo como estandarte…