La última mirada

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Secuelas de los años duros

Un drama, que transcurre en el siglo XXI, sobre las consecuencias trágicas que dejó la última dictadura argentina.

El principal desacierto de La última mirada, no el único, es su tendencia a la impostación y a la obviedad. Seamos sinceros: que en un drama sobre la dictadura, ambientado en el siglo XXI, un ex represor -que habla y se comporta como en 1976- diga: “Me llamo Francisco, pero me dicen Franco”, no suena a alegoría sino a broma de escasa efectividad y gusto. Ah, este comisario retirado aparece, para el que no haya entendido, en varios fotomontajes junto a Videla. La asociación que provoca, por su grado de absurdo, remite a Zelig al lado de Hitler...

El eje de La última... es el vínculo entre tres personajes que, abusando de la retórica, condensan las principales atrocidades de la última dictadura: secuestros, asesinatos, desapariciones, apropiaciones de bebés. Una de las protagonistas se pregunta qué habría hecho Shakespeare con esta historia: seguramente no una tragedia lineal, con personajes sin profundidad, cuyos giros abruptos transmiten el artificio del guión, no las tormentas internas de seres verosímiles.

Hablamos de una coproducción con España: lo que, en este caso, implica una didáctica para principiantes en genocidio argentino, postales patagónicas y, claro, escenas de tango bailado. El protagonista es un escritor español, nacido en la Argentina (Eugenio Roig), que viaja hasta acá para terminar una novela sobre sus padres muertos en los ‘70. En una estancia del sur, se vincula con la hija de un vecino autoritario (Arturo Bonín), que, básicamente, anda matando animales a los tiros por ahí. El resto es secreto, aunque todo lo que usted imagina ocurre en la película.

Es una pena que actores de la trayectoria de Bonín o de Beatriz Spelzini -una de las pocas que logra lucirse, a pesar del guión- estén, en general, desaprovechados. Algunos personajes secundarios, como un viejo gaucho y un inglés estanciero, no sólo son estereotipados; son más: seres que parecen salidos de un show cómico/paródico. Puede haber muy buenas intenciones en el tratamiento de la restitución de identidades robadas por esbirros de la dictadura, pero, aun en este caso, no sólo importa el qué sino el cómo.