La traición

Crítica de Rodolfo Weisskirch - A Sala Llena

Nace una Rompestrellas

A Steven Soderbergh no le gusta encasillarse. Se le pueden criticar muchas cosas: es pretencioso, superficial, ambiguo con sus mensajes políticos, pero hay que admitir que el realizador de Traffic nunca se ató al cine de Hollywood, siempre fue por la vereda de enfrente, tratando de correr riesgos estéticos y narrativos, aún con sus films más de género e industriales como la trilogía de La Gran Estafa, donde la fotografía, el montaje y el uso de flashbacks tienen mayor arbitrariedad y anarquía de lo que muchos piensan.

En cambio, las películas más importantes, con temas potentes y críticos, terminan siendo más pretenciosas y menos llamativas.

Lejos del rumor de retirada (rumor que divulgó en forma de chiste Matt Damon supuestamente) Soderbergh en el último año trató de mostrar sus dos facetas: la política y aleccionadora (Contagio) y la otra, la menos solemne y pretenciosa, la cinéfila, donde el interés pasa por una cuestión estética más que narrativa, con La Traición.

El guión parece un calco de las películas de Bourne, pero versión femenina: Mallory, una agente entrenada con los marines es contratada para recuperar a un rehén en Barcelona. Dicha misión se complica y un agente, supuestamente del servicio de inteligencia británico, la trata de asesinar, lo que será el principio de una persecución a lo largo de varios países, evitando que la asesinen nuevamente, y tratando de descubrir quién y por qué la traicionaron.

Las respuestas, por suerte no son demasiado complicadas, porque la historia, el Mac Guffin es lo que menos le interesa al realizador. En La Traición, todo surge de la figura de Gina Carano. Campeona mundial de Kickboxing y artes marciales combinadas, Carano se pone la película sobre el hombro y corre, pelea, pega, salta por todas partes, destrozándole la cabeza a tipos duros como Michael Fassbender, Channing Tatum y haciéndole frente a grandes intérpretes Michael Douglas, Bill Paxton, Antonio Banderas, Matheu Kassovitz o Ewan McGregor en roles olvidables. Esto forma parte del chiste interno que le gusta hacer a Soderbergh con las “estrellas” de sus películas: destrozarlas, reírse indirectamente de la fama.

Steven rompe un poco con la estructura, creando varios flashbacks, algunos innecesarios, pero dándole un uso similar al que tenían en la saga de La Gran Estafa: puramente explicativos. De hecho, la música de David Holmes es similar, la fotografía de Peter Andrews (el mismo Soderbergh) pasa arbitrariamente de colores fríos a cálidos, y la cámara en mano (al igual que Paul Greengrass en Bourne) le impone ritmo a las persecuciones. ¿Qué es lo más original que presenta La Traición? Las peleas cuerpo a cuerpo.

El realizador de Vengar la Sangre, no abusa de disparos, evita completamente las explosiones y en cambio exprime al máximo el talento para la lucha de Carano. Las coreografías son precisas y las filma en forma cercana pero tamaño entero, para poder apreciar la lucha, en tiempo real; que se note que no se utilizaron trucos de cámara ni se apela al montaje. No hay realentados ni efectos especiales. Ni siquiera una música o efecto sonoro que incremente el impacto de los golpes. Riesgoso pero efectivo. Las peleas se ven reales, aun cuando se nota que Fassbender y McGregor tienen dobles de riesgo (estoy en duda con Tatum). Definitivamente Carano es ella misma, y eso queda en claro en todos los planos. Cada vez que se pone discursiva, logra levantar con las escenas de peleas (especialmente la de Fassbender, que demuestra una vez más su versatilidad como sólido intérprete, aún si ser protagonista).

Siempre me pareció que Soderbergh es un realizador que pretende ser europeo, no solamente porque le encanta filmar ciudades del viejo continente como publicidades francesas, sino porque elige no usar una estética típicamente industrial. Rehusa el plano contraplano en los diálogos, hace mucho uso del zoom, planos secuencia de seguimiento, corta de planos muy cerrados a otros muy abiertos.

Y se agradece que con La Traición haya usado esta estética porque el impacto visual, el ritmo, y la acción se destacan sobre lo narrativo. Un film menor, pero entretenido.