La traición

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Una chica indestructible

Gina Carano se luce como una violenta mercenaria.

Ya se ha dicho una y mil veces que Steven Soderbergh es una cineasta prolífico y versátil, capaz de hacer una película tras otra y de estilos muy diferentes entre sí. En los últimos tiempos -tras la ambiciosa Che - se dedica a experimentar en géneros populares como el cine catástrofe, el filme de espionaje y el thriller.

Tras la frenética pero densa Contagio , el director de La gran estafa vuelve con La traición , filmada en realidad antes que aquélla. Con una intensidad y un ritmo aún mayores, pero con poco de la pesada carga dramática de aquel filme, Soderbergh parece querer ejercitar aquí modos de filmar escenas de peleas en el marco de un thriller de intriga internacional que tiene muchos puntos de contacto con las sagas de Bond, Bourne y del gran inspirador del género: Hitchcock.

La existencia del filme se apoya en un gran descubrimiento: Gina Carano, una luchadora de artes marciales que el director vio y, fascinado, quiso hacer una película con ella. Es que Gina, a diferencia de muchas mujeres a las que se pone a encabezar filmes de acción (caso Angelina Jolie), es una experta en lo suyo, lo que permite que Soderbergh se deje llevar por sus preparados movimientos.

Si gran parte del cine de acción se basa en hacernos creer, mediante muy bien colocados cortes, los golpes y patadas que se dan los personajes, Soderbergh logra gracias a Carano lo mismo que lograban los directores de musicales contratando, por ejemplo, a Gene Kelly. Aquí no hace falta “disfrazar” nada: lo que ves es lo que hay.

Soderbergh armó una trama de espías internacionales, disidentes chinos, viajes de San Diego a Barcelona, de Dublín a Nueva York, mientras Ewan McGregor, Michael Fassbender, Michael Douglas, Channing Tatum y Antonio Banderas tratan de engañar a la violenta mercenaria en cuestión, sólo para darse cuenta de que la chica puede liquidar a cualquiera de ellos. En algunos casos, sin despeinarse.

Las notables secuencias de peleas de Gina con Tatum y Fassbender, las persecuciones en Dublín y Barcelona, la celeridad y nervio que Soderbergh y su cámara digital le imprimen a una película filmada, por momentos, casi como un noticiero, son los placeres que otorga este filme poco pretencioso y muy efectivo. Eso, y el descubrimiento de una gran heroína de acción -y actriz bastante pasable- a la que habría que sumar a futuras entregas de Rápido y furioso . O ponerla a pelear con Van Damme en Los indestructibles 7 ...