La tercera orilla

Crítica de Santiago García - Leer Cine

EL HIJO

La tercera orilla podrá aparecer en la cartelera como una película más de la sobrecargada y mal aprovechada lista de estrenos nacionales. Claro que su directora no es debutante, que ha participado de festivales y que el señor Martin Scorsese aparece también como partícipe. Pero su destino comercial nunca podrá hacerle justicia a una película que realmente vale la pena. Y no le podrá hacer justicia porque el exceso de estrenos nacionales produce confusión y falta de interés. Peor aún, la falta de seriedad, responsabilidad y exigencia de los críticos locales con la cinematografía nacional produce un efecto pastorcito mentiroso. ¿Si tanto film irrelevante recibe unánimes elogios, qué queda cuando aparece una película como esta, realmente buena? Sí, no es del todo justo ocupar esta crítica en analizar esto, pero a la vez es necesario. Muchos films argentinos de la última década se parecen –mal vistos o a las apuradas- a La tercera orilla pero no lo son. La labor del crítico es diferencias lo irrelevante o mediocre de aquello que tiene encanto, talento, que verdaderamente funciona. Para analizar la película se adelantan algunos elementos de la trama, se aconseja que el lector abandone aquí la lectura de este texto si no desea saber más.

Ambientada en la provincia de Entre Ríos, la película de Murga se centra en el personaje de Nicolás, un adolescente que observa en silencio el funcionamiento de su familia. Basta ver el rostro del protagonista para descubrir una tensión que en algún momento tendrá que estallar. La tensión estará a lo largo de todo el film, creciendo escena tras escena, con el espectador esperando ese momento. Ese es uno de los méritos del film, que entendamos la tensión desde el comienzo y nos empecemos a preguntar hasta dónde llegará. Cada acción que ocurre delante del protagonista no termina de tener sentido para los demás personajes, pero para nosotros sí. Murga nos hace cómplices y con eso aumenta el suspenso. Todos actúan casi con inocencia, sin tener la totalidad del rompecabezas que es Nicolás. Tampoco nosotros sabemos hasta dónde llegará, pero sabemos que la tensión sube.

El personaje de su padre se vuelve a cada paso más despreciable, oscuro, siniestro sin actuar como un villano. Nicolás no es como su padre, Nicolás no tiene la doble moral de su padre, Nicolás es noble, recto, generoso, leal. Pero lo que ha observado y lo que soporta sobre sus hombros lo ha vuelto retraído, callado, algo oscuro también. La película brilla en la forma en que describe el mundo de Nicolás. No tenemos una mirada privilegiada en ese aspecto, nosotros llegamos con la trama empezada y debemos esperar un poco para entender todo lo que pasa. Vale la pena, porque eso nos convierte en espectadores más atentos e interesados. Nos volvemos observadores más astutos porque no recibimos informaciones mediantes diálogos obvios o explicaciones.

Sabemos muchos de Nicolás. Sabemos que ama a su hermana, que cuando va al karaoke combina su energía contenida con una verdadera felicidad. Una felicidad que también vemos cuando baila el vals. Tal vez su hermana sea la persona que él más ama en el mundo. También sabemos que es leal a su medio hermano, a pesar de la doble vida de su padre. Sabemos que le indigna la vida que lleva el padre y que siente pena por su madre. También sabemos que habita en él una violencia que aun no ha estallado pero que en cualquier momento lo hará.

Murga no renuncia a su estilo cinematográfico y a la vez va sumando pulso narrativo para esta película cargada de tensión y suspenso. Sin hacer un cine convencional, se acerca más al espectador al cautivar al espectador con una tensión, repito, crece escena tras escena.