La tercera orilla

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El cruce del umbral

La conflictiva relación entre un adolescente introvertido y su padre autoritario es el centro de una historia que transcurre en un medio conservador, con mandatos patriarcales y mujeres sumisas. La directora se caracteriza por observar las conductas humanas y en particular, la de adolescentes y niños que constituyen un reflejo del mundo adulto que los rodea, un universo reglado y pautado, sin lugar para lo que sea diferente. La película está narrada desde el punto de vista de Nicolás (el debutante Alián Devetiac), un joven de 17 años, el primogénito de un padre que mantiene dos familias: una legal y otra más o menos clandestina. Un modo de vida que sin embargo está naturalizado por sus miembros, aunque con distintas jerarquías. La relación más antigua es con la madre de Nicolás, quien tiene dos hermanos menores: una quinceañera y un niño. El padre (Daniel Veronese) siempre aparece “de visita” pero con decisiones y soluciones para todos. Así ha decidido que el hijo mayor sea el sucesor de sus negocios y su profesión.
El joven protagonista es silencioso, habla con cuentagotas, pero en cada uno de sus gestos -sobre todo en su mirada- y en sus acciones o en lo que no quiere hacer, se transmiten sentimientos encontrados y crecientes entre el resentimiento, la humillación, el temor y la violencia contenida para con esa figura patriarcal que decide todo y para todos.
Difícil sencillez
Las películas de Murga son de una compleja sencillez, construyen un fluir que parece arrancado de la vida misma, donde las secuencias crecen impulsadas por un realismo naturalista que registra momentos cotidianos: el juego de los hermanos, la salida de cacería, el cumpleaños familiar de la hermana quinceañera. Sin embargo, están lejos del costumbrismo convencional y nos dejan en condición de observar que por debajo de la apariencia hay siempre algo más importante, algo que aunque parezca pequeño como una chispa, puede generar un gran incendio.
“La tercera orilla” es un film de acentuada sutileza, cuidado por el detalle y la construcción de climas pero también es distante, con pocos diálogos, entre silencios incómodos y miradas furtivas. El cine de Murga habla en voz tenue pero firme, impulsa a la observación, a leer entrelíneas. Un modo de narrar que distancia la emoción inmediata y parece frío, como un fuego helado.
Mientras las palabras que dicen los personajes son tan importantes como las que callan, la música incidental cobra importancia cuando pasa a un primer plano, como en la escena del karaoke, la única situación donde el joven parece sentirse como pez en el agua, en vez de en un mundo ajeno y hostil. Allí la letra de “Rezo por Vos” resuena como un eco de su interioridad: “y me abracé al dolor/ y lo dejé todo por esta soledad”, aunque también lleva a entrever un pasaje de la furia a la esperanza: “Y curé mis heridas/ y me encendí de amor” .
El mito continúa
Aunque la película de alguna manera siempre ronda la tragedia, al mismo tiempo, consigue evitar el melodrama y lo maniqueo. No deja de seguir el discurso tradicional contra el machismo, la hipocresía y el peso del mandato paterno, exponiendo el mito básico de alejarse para crecer y transgredir para descubrirse.
La trama se va desenvolviendo de a poco, en la placidez de la vida pueblerina, hasta que adquiere un tono virulento, seguramente polémico, en el ritual de iniciación, de corte con el mandato y cruce del umbral. Murga llega a ese clímax, construyendo la historia paso a paso, narrando con estilizado control de la puesta en escena y reafirmando su pericia en la dirección de actores como el adolescente Alián Devetac, quien carga con el peso de la película. Su mirada intensa y provocadora, pero a la vez llena de timidez interactúa en un buen contrapunto con la experiencia de Daniel Veronese, el dramaturgo y director teatral, aquí en un inmejorable debut actoral.
Por todo esto y mucho más, “La tercera orilla” aún en su minimalismo y su deliberado distanciamiento se afirma como una película de múltiples connotaciones, ideal para un debate sobre las relaciones paterno-filiales que implican el abordaje del autoritarismo, la sumisión, la rebeldía y los delicados límites que separan un sentimiento de otro.