La revelación

Crítica de Diego Lerer - Clarín

Dos peso pesado

El duelo De Niro-Norton procura sostener el filme. No siempre lo logra.

Ya lo decía John Curran: “Con actores como Robert De Niro y Edward Norton, uno no tiene más que ubicar la cámara y dejarlos hacer”. Esa sentencia deja en evidencia lo bueno y lo malo que tiene ésta, su cuarta película. Por un lado, es cierto: De Niro y Norton, enfrentándose en largos diálogos en una sala de una cárcel, pueden crear tensión donde no la hay, y sacarse chispas actorales por puro acto de presencia. Y, por otro, revela una cierta falta de control sobre el proceso: dos actores, por más potentes que sean, no hacen solos una película. Más allá de sus momentos, y de la algo extravagante historia que justifica esos duelos actorales, La revelación no sostiene la tensión ni la intriga a lo largo de su metraje.

El comienzo es potente, con una escena cruda que deja en claro que, de joven, el personaje que luego encarnará De Niro, era capaz de actos bastante cruentos. Así que la sorpresa es mayor cuando la historia retoma en el presente y Jack se aparece convertido en una persona opaca, timorata y religiosa, trabajando con presos, a quienes entrevista para saber si están en condiciones de salir en libertad.

Uno de esos presos es “Stone” (Norton), con el pelo trenzado, que entra en escena con intención de llevarse el mundo por delante y sin importarle si podrá o no salir de allí. Pero luego cambiará radicalmente, también se volverá religioso (más bien, místico) e intentará mostrar ese lado a su interlocutor. ¿Se trata de una conversión real o de un plan cuidadosamente preparado con su novia (Milla Jovovich), que persigue a Jack por su cuenta, para aprovecharse de este hombre, engañarlo y salir en libertad? ¿Y él se dará cuenta o no? La revelación es extraña, cuidada en sus detalles e intrigante. Nunca se sabe bien para dónde irá, y eso la torna atractiva. Pero, a la vez, Curran no sostiene esa tensión por mucho tiempo, llevándola a territorios narrativos pantanosos y dándoles a los actores demasiada cuerda cuando una mano más severa podría haber controlado mejor el asunto. De hecho, por momentos, la subtrama entre Lucetta (Jovovich), tratando de conquistar a Jack, resulta la más atractiva, y es la actriz, que parece llevar la historia hacia lugares impensados, la que la saca de su zona más gris.